Kenia declaró la guerra a los cazadores furtivos con la quema de 105 toneladas de marfil y 1,35 de cuerno de rinoceronte procedentes de la caza ilegal, que ha puesto en riesgo la supervivencia de los elefantes en África.
El de hoy es un día histórico, ya que nunca antes se había destruido una cantidad tan elevada de marfil en Kenia, que pretende reafirmar su compromiso para acabar con las mafias que trafican con el llamado «oro blanco» y que mueven cada año más de 200 millones de dólares (175 millones de euros) en todo el continente.
El presidente keniano, Uhuru Kenyatta, fue el encargado de iniciar la quema de las once pilas de marfil en el Parque Nacional de Nairobi, donde el año pasado ya se quemaron otras 15 toneladas como acto de protesta contra los furtivos.
La lluvia no impidió que las llamas convirtieran en cenizas los colmillos de unos 6.700 paquidermos, que representan prácticamente todas las existencias de marfil confiscadas en el país.
«El creciente valor del comercio de marfil ha provocado una matanza en África Central. Con la destrucción de este marfil, estamos diciendo que nuestro patrimonio nacional no puede ser vendido por dinero», afirmó el mandatario keniano.
El presidente de Gabón, Ali Bongo, también acudió al acto, donde advirtió a furtivos, compradores y traficantes que «tienen los días contados» y lamentó que la caza ilegal haya convertido a los paquidermos en «refugiados» que necesitan protección.
Con la quema de más de 100 toneladas de marfil culmina el encuentro «The Giants Club» en el que líderes africanos, científicos y expertos han abordado en Kenia la crisis de la caza furtiva para buscar una solución conjunta que permita salvar la fauna del continente.
«Esta guerra no se puede ganar en un día, pero la decisión de hoy es solo el principio», dijo Kenyatta, que insistió en que perder a los elefantes implicaría perder parte de la herencia del país.
Así, se comprometió a que su Gobierno «presione» para lograr una «prohibición total» del comercio de marfil durante la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) que se celebrará en Johannesburgo en septiembre.
El director adjunto del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Ibrahim Thiaw, destacó que «The Giants Club» evidencia el compromiso de África y de la comunidad internacional para hacer frente a esta tragedia natural, pero también económica.
En su opinión, la fauna «puede generar ingresos sostenibles para financiar la educación, salud e infraestructuras que permitirán sacar a la gente de la pobreza e impulsar el crecimiento económico».
Según adelantó, el próximo mes la ONU lanzará en Nairobi una campaña global para reducir la demanda de estos productos ilegales que están acabando con la vida salvaje.
La lucha para salvar a los elefantes se remonta a 1989, cuando Kenia llamó a la comunidad internacional a acabar con el furtivismo destruyendo por primera vez sus reservas de marfil incautado, lo que llevó a la prohibición de este comercio y hundió la demanda de esta materia suntuaria en Europa, Estados Unidos y Japón.
La caza ilegal sigue siendo uno de los desafíos más importantes para las autoridades kenianas ante la demanda creciente de marfil y cuernos de rinoceronte en Asia, donde se venden a un precio muy elevado para utilizarlos en pócimas supuestamente curativas o afrodisíacos muy populares entre la población local.
Las mafias operan sobre todo en el este de África, donde Kenia y Tanzania son los principales países de salida de estos productos, que luego viajan a China, Tailandia o Vietnam.
A pesar de esta demanda creciente, la caza ilegal en Kenia descendió durante el último año, según cifras del Servicio de Conservación de la Fauna keniana (KWS, en inglés).
Mientras que en 2012 fueron asesinados 384 elefantes para arrancarles sus colmillos, en 2015 la cifra descendió hasta los 96 en el país, donde viven unos 35.000 paquidermos que atraen cada año a miles de turistas de todo el mundo.
DC|EFE