Quieres bajar algunos kilos para estar más saludable. Tienes en frente el mejor “pie de limón” del mundo, -“el que hace mi hermana”. Mi hermana te acompaña y tiene la misma meta de salud. Tú te dices: “No puedo comer pastel”. Ella se dice, “No como pastel”. ¿Quién se va a comer el pastel?
Según la ciencia, te lo vas a comer tú, simplemente por la manera en que te hablas. Parece ser que la manera en que le decimos no a las tentaciones hace una enorme diferencia al momento de lograr nuestras metas.
Una pareja de investigadores de University of Houston y de Boston College separó a un grupo de estudiantes en dos. Les explicaron que estaban probando diferentes estrategias para mantener una dieta saludable. Un grupo iba a decirse: “No puedo hacer x” (I can’t do x) cuando sintiera una tentación de, por ejemplo, tener ganas de comer un helado. El otro grupo se iba a decir: “No hago x” (I don’t x).
Al salir del experimento se les ofrecía una barrita de chocolate o una de granola, como agradecimiento.
Resulta que los estudiantes que se dijeron “No puedo” escogieron el chocolate 61%de las veces, pero los otros solo lo escogieron 36% del tiempo. Según los investigadores, el decir “No hago x” les dio un sentido de poder a los estudiantes, y eso hizo la diferencia.
También quisieron ver si podían reproducir este efecto en un marco de la vida real y durante un tiempo sostenido. Para esto, reclutaron a un grupo de 30 mujeres interesadas en mejorar su salud. Les pidieron a cada una que definiera una meta de salud y bienestar a largo plazo y las dividieron en tres grupos. Le dijeron a un grupo, “solo di no” cuando sientas una tentación. Este era el grupo de control ya que no tenía una estrategia específica. Otro grupo debería decir, “no puedo hacer x” y el tercero, “no hago x”.
El segundo grupo se diría, por ejemplo, “no puedo faltar a la clase de yoga” y el tercero, “no falto a la clase de yoga”.
Al cabo de diez días, el grupo de “solo di no” tenía tres personas bien encaminadas en su meta. El grupo de “no puedo hacer x” tenía una, y el de “no hago x” tenía ocho, una ventaja considerable. Cambiar una palabra les ayudaba a persistir.
¿Por qué funciona? Cuando nos decimos, “no puedo hacer x”, estamos reafirmando nuestras limitaciones. Lo resistimos porque nos parece que estamos perdiendo libertad. No es algo que escogemos, sino una restricción. Al decirnos, “no hago x”, estamos reafirmando nuestra voluntad. Es una elección, no una imposición. Reafirma nuestro poder y control y así los alimenta.
Hay un giro curioso con el estudio, y es la excepción a la regla. Para entenderla hay que ver la diferencia entre metas internas y externas. Las metas internas salen de nosotros y las externas reflejan cómo queremos lucir ante el mundo. Si queremos bajar de peso porque queremos vernos en el espejo y sentirnos bien, es una meta interna. “Mi mejor amigo se casa en un mes y quiero lucir bien para la boda”, es una meta externa.
Resulta que para las metas externas, el “no puedo”, funciona mejor. El compromiso y responsabilidad con algo externo puede funcionar a tu favor. Nos ayuda a enfocarnos en nuestro compromiso con la meta, en vez de en nuestras limitaciones. El estudio usa el ejemplo de un miembro de Weight Watchers que usa “no hago” para enfocarse en su idea general de mantener su peso.
“No puedo” funcionaría si se enfoca en la próxima vez que irá a pesarse. Así que para esa boda, si te comes o no el “key lime pie” depende, en parte, de por qué quieres lucir bien. En mi caso, funciona muy bien una estrategia híbrida. Tengo un par de amigos que practica tortura –perdón, ejercicios– conmigo varias veces a la semana. Me digo, “hago ejercicios sin falta” (vengan o no los otros dos). También me digo, “no puedo faltar a los ejercicios” (porque los apoyo a ellos y ellos a mí). Funciona a la perfección. Si ellos faltan, sudo solo. Si vienen, lloramos juntos. Juega con tus palabras y ve a ver qué pasa cuando se asome la tentación.
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