Las viejas matronas, madres, abuelas, bisabuelos, se están acabando. Ellas y ellos van entre los 75 y 100 años de edad. Sin dudas, el decaimiento de las Familias se debe, nacionalmente, a ese fenómeno cual ha sido el ciclo de desaparición de estos formidables seres humanos que se formaron durante el siglo 20 y fueron indomables, amorosas, generosas y organizadas.
Cuando las hijas, nietos, bisnietos y tataranietos no tenían recursos, ellas tenían. Por otro lado, aprendieron a lidiar con yernos y nueras. Después, ejercían una especie de dirección capaz de evitar las peleas entre los esposos formales e informales, ganaban la confianza de todos y terminaban jefaturando con equilibrio el núcleo familiar.
Más, eso no se lo daban gratis. Ellas lo conquistaban, tal las mejores amigas, con servicios, préstamos y cuidados con celo y cariño. Una anécdota cuenta que un nieto de la bisabuela Mamena le asignaba, cada sábado, 3 bolívares de ese entonces para sus gastos. Ella repartía un bolívar para el nieto mayor, otro para la nieta de menor edad. Esos nietos con un bolívar compraban 8 cepillados u ocho empanadas pequeñas, 8 conservas de coco o de guayaba; o se cubrían 8 pasajes en el autobús, es decir, “una locha” por viaje.
Luego, las matronas eran fundamentales en la vida diaria de la familia tanto que, después de su ausencia por las vías naturales, los grupos domésticos se han venido desmoronando de tal forma que corporal, ancestral y humanamente se han diezmado.
De verdad, esto es un fenómeno cíclico que, como dijimos, está en plena efervescencia. En efecto, está ocurriendo en todo el país. Acabamos de asistir en el estado Anzoátegui al sepelio de una gran matrona, Anita Bravo Aguilera de Núñez, de 90 años. Una mujer encantadora por su nobleza y simpatía; competente, atenta y nucleadora; madre de tres hijas y un varón, todos amorosos con su madre. Su esposo, Francisco, hombre ordenado y lleno de disciplina que merece mención especial junto a su hijo Pancho. Estos detalles nos hacen esperar que el círculo familiar sobrevivirá después de esta ausencia, sin embargo, no siempre es así.
Luego, vale la pena proponer al gobierno municipal o a la sociedad organizada, crear un acto nacional, especie de un Acuerdo de tipo institucional por cada 5 años, para reconocer y admirar a todas las venezolanas y venezolanos mayores de 75 años y que esa participación pública distinga y reconozca el aporte de ese sector principalísimo de mujeres y hombres que cuidaron y cuidan sus vidas y entregaron su voluntad y su cariño al contribuir al mejor desarrollo del país y a la formación de mejores ciudadanos. Desde luego, su ganancia será el vivir eternamente en el Cielo al lado de Cristo Jesús por haber pasado por este mundo ¡sembrando Amor!
De manera pues, que esa escuela no puede perderse y, al contrario, es necesario que las madres y abuelas del siglo 21 salten a la palestra vanguardista y tomen el pulso de sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, y del núcleo familiar para mantener el más hermoso trabajo desarrollado por un ente humano y el cual tratamos de distinguir.
Abuela, Mamá, Mirtiliana, MamaMirta, Mamena, Mamaria o Mamamía y MamaEugenia nos enseñaron el ser comprensivos y delicados. Nos prepararon para la vida y la felicidad pero sobre todo ¡nos ensenaron a amar!
DC / Luis Acosta / Artículista