El pan es el alimento de la humanidad por excelencia. Sus orígenes se remontan a la prehistoria asociado con el sedentarismo y al descubrimiento de las propiedades alimenticias de los cereales.
Además, al ser un alimento que se podía elaborar durante todo el año (no dependían de que hubiera caza o de que una cosecha hubiera sido buena) pues el almacenamiento del cereal y su conservación era relativamente fácil, era muy venerado. Tanto es así que se han encontrado hornos que datan del año 4.000 AC y que se usaban específicamente para cocer pan.
Egipcios, griegos y romanos hicieron del pan el alimento de sus pueblos, pasando de ser una exquisitez reservada a ciertas élites sociales a convertirse en un producto básico que podía llegar a los más necesitados. En la biblia hay numerosas referencias al pan que lo definen como un elemento espiritual y protagonista y testigo de momentos que marcan de forma indeleble nuestra tradición religiosas. Es decir el pan ha alimentado a los seres humanos desde el inicio de los tiempos y bajo su nombre se cobija la mención generalizada de la alimentación cuando hablamos de “llevar el pan a la mesa”.
Hago esta pequeña referencia histórica como entrada para exponer la lastimosa situación que estamos atravesando sin que haya una explicación coherente para que hoy, en este punto de la historia de nuestro país, los venezolanos nos veamos sometidos al humillante ejercicio de hacer colas para poder adquirir el pan nuestro de cada día.
Desde el 2013 nos comenzó a angustiar el fenómeno del desabastecimiento en Venezuela cuando comenzaron a desaparecer ciertas presentaciones y formatos de los productos de la cesta básica en los anaqueles. Para el 2014 nos comenzó a abrumar la escasez temporal de los rubros básicos que aparecían y desaparecían de los supermercados y abastos, ya para el 2015 la escasez se agudizo y en algunos productos se convirtió en permanente y ya en el año en curso se comienza a hablar de hambre y de casos de desnutrición asociados a la crisis.
Cuando un pueblo se ve obligado a hacer colas para poder comprar pan es porque el hambre está tocando a la puerta.
Según Fedenaga en el 2012 el consumo de carne en nuestro país alcanzó la cifra de 23 kilos por persona y el 50% de ese consumo se producía en el país. En el primer semestre de este tormentoso 2016 las cifras se ubican en 8 kilos de carne por habitante al año.
Antes del año 2012 el estado venezolano llego a importar unos 11.000 millones de dólares en alimentos. Los expertos en la materia estiman que en 2016 las importaciones en este sector no pasaran de 4.500 millones de dólares.
La producción de maíz, arroz, caña de azúcar y café registran caídas drásticas y las hortalizas, que hasta el año pasado se mantenían estables comenzaron a decaer este año por falta de semillas e insumos.
Los voceros del gobierno desde el año 2013 anunciaban que la situación se resolvería en un máximo de dos meses. Hoy finalizando el tercer trimestre del 2016 nos están diciendo que en los próximos seis meses estará resuelta la situación y será vencida la “guerra económica”. Las historias traídas por los pelos que van y vienen, promesas que nunca serán cumplidas, las excusas y los señalamientos a terceros ya no convencen a un pueblo que vive cada día en la calle la crudeza de una crisis que se instaló por las políticas económicas erradas y se ha venido agravando por la obcecada intención de mantenerse en el poder a costa del hambre y la salud de un pueblo.
Ver a mis conciudadanos haciendo cola para comprar el pan me hace recordar al oprimido pueblo ruso, que tras la cortina de hierro comunista se congelaba haciendo colas también para acceder a un mendrugo de pan.
En nuestra Venezuela ya no aplica la máxima de algunos emperadores romanos de “pan y circo para el pueblo”. Sin pan no hay circo que valga.
DC / Freddy Paz / Diputado AN / @freddyspaz