Cuando suceden tragedias no vale decir “yo sabía y lo dije” y en recordarlo no se encuentra tranquilidad. Tampoco la necesaria serenidad para continuar la lucha. En más de una ocasión algunos allegados me dijeron que estaba pesimista con relación a lo que estaba sucediendo. Invariablemente les respondía que, en estos tiempos, ese calificativo corresponde a un optimista realista.
Las actuaciones del régimen violentando la Constitución, desconociendo el ordenamiento jurídico establecido, tratando de liquidar la Asamblea Nacional como legítima expresión de la soberanía popular, la violencia física e institucional contra organizaciones y personalidades democráticas, nos proyectan ante el mundo como un país en guerra. No declarada, es cierto, pero es el único calificativo válido al estar convertidos en uno de los países más inseguro del mundo. La tasa de mortalidad por asesinatos de variada naturaleza, de heridos e invalidados, el hambre, la escasez, el deterioro de toda la planta física pública y privada y la masiva salida del país de centenares de miles de compatriotas en busca de alternativas de sobrevivencia digna, no deja lugar a dudas.
Lo único cierto es que nada cambiará mientras se mantenga la tiranía actual. Caminaremos hacia peor, teniendo claro que los países nunca tocan fondo. Esto sucede cuando las cosas que se hacen mal y con perversa mentalidad empiezan a hacerse bien. Con este régimen es imposible. En consecuencia todos cuantos creemos en los principios y valores de la democracia, tenemos la obligación ciudadana, política y moral de luchar con todo hasta concretar el cambio radical que la hora reclama.
Ya basta de caer en un juego dialéctico diabólico que busca mediatizar, entretener y desmoralizar las filas opositoras. Aquí debe entenderse, entre otras cosas, que el enemigo no está a los lados, aunque existan infiltraciones cada día más a la vista. Está frente a nosotros. Cada día más solitario y aislado, pero en consecuencia, más peligroso y dispuesto a jugársela completo para retener el poder. Saben que su destino ya no es tan incierto. La rendición de cuentas en el plano nacional y en lo internacional, será inevitable. No olvidemos nunca que el perdón, la reconciliación y los entendimientos necesitan de la justicia para perfeccionarse.
Soy optimista con relación al futuro inmediato. Lo sucedido recientemente pone punto final a una etapa de muchas incertidumbres. Ahora tenemos que mirar hacia adelante con fe y esperanza. Venezuela tiene cómo salir adelante. Todos los sectores saben que hacer y cómo hacerlo en sus respectivas áreas. También la gente competente para dirigir el proceso. Las fuerzas armadas tienen una responsabilidad fundamental en la tarea de “sostener y defender la Constitución y leyes de la República”.
DC / Oswaldo Álvarez Paz / Ex Gobernador del Zulia / oalvarezpaz@gmail.com / @osalpaz