Cuando esto escribo, estoy más enreda’o que un kilo de estopa, no entiendo nada de lo ocurrido en el segundo encuentro del diálogo. Ya el primero no me gustó, el segundo no puedo entenderlo, no lo entiendo o es que simplemente no lo quiero entender porque resulta absurdo. Lo que sí sé es que estoy molesto, tremendamente molesto desde el pasado sábado cuando escuchamos-de parte de voceros del diálogo- lo que habían acordado. La rabia que siento me aconseja no hablar de eso. No se conseguirá de mí una palabra en contra de la MUD en todos estos años, tampoco hoy, pero para no hacerlo tengo que parar aquí, reflexionar y escribir con el cerebro y no con el hígado como ahora me provocaría. Conversaremos del tema otro día, hoy no voy a hablar de eso.
Reflexiones sobre lo que nos une, Venezuela. Hablemos de la decisión irrevocable que se anida en cada uno de nosotros: retornar a la libertad y a la democracia. Venezuela lo merece, hagamos pues lo que nos corresponde, démosle una alta dosis de calle y más calle a este régimen sordo y criminal; que la calle no calle. Junto a ella el escenario internacional se hará eco de nuestros requerimientos, y que el diálogo se dé en términos lógicos cuando corresponda.
Hablemos de los presos políticos, de quienes reciben injusticia y venganza vil,en respuestas a sus luchas y desafíos por la libertad. Hablemos de Leopoldo López, quien suma 1.000 días de prisión, y de Antonio Ledezma, símbolo de atropello, simplemente porque les da la gana. Junto a ellos, más de un centenar de compatriotas nuestros, muchos muy jóvenes, todos víctimas de quienes destruyen el país, su economía y su calidad de vida, separan las familias y brindan muerte a muchos, muertes por hambre, por enfermedades que podrían curarse pero no hay medicamentos, o por balas asesinas de un malandraje desatado que no encuentra freno en el gobierno, por el contrario, es estimulado por la lenidad.
Lo confieso una vez más en un día como hoy, cuando siento profunda rabia por lo ocurrido el pasado fin de semana. Es lógico que tengamos diferencias, muchas veces profundas, sobre la manera de enfrentar al adversario -al dictador castrador de esperanzas- pero lo único seguro es que tenemos que entendernos y que la unidad sigue siendo un valor. Hoy, más que nunca, los líderes de la unidad, los jefes de las organizaciones políticas y sociales deben hablar, hablar mucho y hacer en conjunto todo aquello que nos permita consolidar la fuerza, que más pronto que tarde, va a derribar este camino de muerte y frustración.
Ponernos bravos está permitido, pero hay dos cosas que nos están prohibidas a quienes estamos en el campo de la alternativa democrática, son dos cosas que no debemos admitir: romper la unidad y perder la esperanza.
La unidad es herramienta fundamental en la lucha contra cualquier dictadura, y esta es de las peorcitas, su único objetivo es mantenerse en el poder a cualquier precio, no hay límites, no hay valores ni Constitución que la detenga en su propósito fundamental. En consecuencia, el engaño y la burla estarán presentes siempre. No importa si el pueblo pasa hambre, es una estrategia expresamente buscada y querida para el sostenimiento en el poder a través del sometimiento por el estómago. La muerte tampoco es freno, se trata de generar miedo para que algunos se vayan, y los que se quedenestén inhibidos por el temor. Luchar contra la dictadura implica la suma de todos, unos más claros que otros, unos con mayor compromiso patriótico y otros tal vez con mayor pragmatismo, pero todos sumando.
Esperanza es la fuerza que mantiene la lucha, es la gasolina indispensable. Si se pierde la esperanza hay fiesta en La Habana y en Miraflores. No niego que en el camino encontremos razones para que algún día se sienta uno desalentado, si eso ocurre, no es malo imaginarse frente a uno a Maduro y a Diosdado, a Fidel y a Raúl muertos de risa. Será suficiente verlos así para cargarnos de nuevo de fuerza y relanzarnos a la lucha. La calle nos espera.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano