Cristiano Ronaldo concedió una entrevista a France Football donde además de hablar de la lesión que sufrió en la final de la Eurocopa o su relación con Griezmann, que le dijo con una sonrisa «te odio», también participó en un apartado más personal que se ha dado a conocer hoy.
El portugués emite una sorprendente contestación entre carcajadas a la pregunta sobre la forma en la que concilia el sueño en la previa a una gran final. Cristiano comenta que “siempre duermo bien. No sueño nunca con fútbol. Cuando me desperté el día de la final estaba con tres rubias en la cama (entre risas). No. En serio, me desperté consciente de que era un día especial, que íbamos a jugar la final de la Euro en Francia contra Francia… Dormí ocho horas. Podía haberme despertado en plena noche por culpa de la ansiedad, pero no fue así. Cuando bajé a desayunar me di cuenta enseguida de que el ambiente era muy positivo”.
Para evitar que esa tensión se concentrase en las horas previas a la final de la Eurocopa, el luso cuenta que «hablaba mucho, con mi familia, estaba tranquilo en mi habitación. Lo importante es relajarse. Como capitán y uno de los jugadores con más experiencia, era eso lo que intentaba transmitir a mis compañeros, que podíamos ganar, pero que no había que estresarse. Estaba convencido que la clave era la serenidad. Siempre preparo todos los partidos igual. Obviamente no juego todos los días una final de la Eurocopa. Jugué una antes con 18 años. No podré olvidar nunca aquel día, pero sabía que se me presentaba con 31 años una segunda oportunidad. ¿Diferencias con la anterior? Lógicamente, la responsabilidad. En la primera sentía algo de responsabilidad, pero no apuntaban todos los focos a mí como en esta segunda. En el 2004 pensaba sobre todo a vivir el momento, en divertirme, en esta tenía la sensación de que todos contaban conmigo y que seguramente era mi última oportunidad. Para mí y para toda una generación”.
Cristiano llegaba «sin tanta presión» después de ganar la Champions League. “Cuando llegué al Stade de France sabía que no era la primera final que disputaba. No sentía tanta presión como la que jugué un mes y medio antes con el Real Madrid frente al Atlético. Al fin y al cabo, con Portugal sabéis que no teníamos nada que perder. No éramos los favoritos. Comprendí entonces que los jugadores con más experiencia transmitieron su confianza a los jóvenes. Nuestro éxito estuvo en eso. El Madrid es el Madrid y siempre estás obligado a ganar. Y ese no era el caso de Portugal, que no había ganando nada. Tenía mucha confianza también por Fernando Santos. Tenía tanta fe que no podíamos seguirle. Después de sus palabras, sabía que Francia nos atacaría 50 veces y que tendríamos que defendernos, pero que tendríamos nuestra oportunidad y que marcaríamos”.
De nuevo resalta la figura del seleccionador Fernando Santos, sobre el que comenta que «debí dar cuatro o cinco charlas en la Euro, pero ninguna el día de la final. Me he dado cuenta que el discurso del seleccionador era tan bueno que no quería estropear nada. Su mensaje había sido positivo y sabía que había calado entre los jugadores. Yo lo que hice fue hablar uno por uno con mis compañeros». Sin embargo, «en el descanso sí hablé. Les dije que estaba bien y que siguieran a lo suyo. Les intenté convencer de que podíamos ganar. No servía de nada hablar de mi rodilla. En ese momento, ya no estaba en la camilla. Tenía la rodilla vendada y me movía por el vestuario. Quería transmitir cosas positivas. Ya no tenía dolor. No lo sentía. Estaba de lleno en el partido, en el momento. Habéis visto que en la prórroga saltaba desde el banquillo. Tenía entre un estado de estrés y de euforia consciente de que podíamos ganar. Francia no estaba jugando mal pero no nos dominaba. No nos acosaba. La prórroga era insoportable. Pensaba en estar tranquilo, pero era imposible. Era peor que verlo en el vestuario. La verdad es que se me cruzaron los cables, en el buen sentido de la palabra, animando a mis compañeros, como si fuera el segundo entrenador. Pero sabía que así era útil, porque sabía que mis compañeros me respetaban. El gol fue como una explosión, algo extraordinario. No podía controlar mi cuerpo. Hacía cosas sin darme cuenta, producto de los nervios y de la emoción al mismo tiempo. Le decía cosas al seleccionador pero no sé bien el qué. Pero sabía que tenía que estar a su lado. Estaba sólo. Esa noche tras el título me fui a dormir a las siete. Me puse hielo. Me tenía que levantar a las nueve de la mañana. No dormí, la verdad”.
Por último afirma que «mi vida habría sido un incordio sin el fútbol. No habría tenido tanto sentido sin el balón. Me aburro cuando no juego”.
DC|AS