Estoy ya harto del crecimiento del Estado en Venezuela en los últimos 18 años, del aumento del poder público en detrimento de la libertad, el desarrollo y la calidad de vida de los ciudadanos. Quiero y lucho por menos Estado y más ciudadanía. El Estado más efectivo, más humanista y eficiente es el que menos se ve y menos se escucha, el que facilita que las cosas fluyan y es promotor del rol protagónico que corresponde a los ciudadanos en la sociedad. No quiero más presidente hablando todos los días en cadena nacional, metiéndose en todo y controlándolo todo. Menos Estado y más libertad es la consigna en esta hora de Venezuela.
La libertad es un derecho fundamental del hombre, no nos lo otorga la Constitución, esta nos lo reconoce y garantiza, para que los órganos del Estado hagan que se cumpla y que nadie la viole. Es bien sabido en teoría -y está negado en la práctica del gobierno decadente que todavía nos somete- que el hombre en su libertad que le es innata, al convivir en sociedad, puede hacer todo lo que quiere, excepto lo que le está prohibido por la ley reguladora y garantizadora de los derechos para todos. Por el contrario, el Estado no puede hacer lo que se le antoje, solo puede hacer lo que le está permitido u ordenado por la ley, ya que él no es el soberano, el Estado existe como una necesidad para garantizar a todos nuestras libertades. Si algo justifica el Estado, si algo explica que yo tenga que sacrificar parte de mis libertades al convivir en sociedad, es la garantía que el Estado me debe dar como protector de mis derechos.
El principio de legalidad está claramente establecido en la Constitución, mil veces violada por los órganos del Estado que deberían ser sus garantes. Reza el artículo 137 que “La Constitución y la ley definen las atribuciones de los órganos que ejerce el Poder Público, a las cuales deben sujetarse las actividades que realice”, ratificando así el principio que antes enunciáramos: el Estado no es libre para actuar, solo puede hacer lo que le está permitido. El régimen perverso que hemos tenido en los últimos 18 años -al igual que el que ha sometido a los cubanos ya casi por 60, y en semejanza a todos los regímenes marxistas-leninistas- desconoce que “El Estado no es opresor de los ciudadanos”, porque para el comunismo el rol del Estado no es ser garante de los derechos humanos, ni el soberano es el pueblo, sino el gobierno.
A estas alturas, ¿qué es el Estado? El maestro García Maynez responde de manera sencilla: “Es la organización jurídica de una sociedad, bajo un poder de dominación que se ejerce en un determinado territorio”. Población, territorio y poder son los tres elementos que constituyen el Estado. Ahora bien, la concesión filosófico-política hace ver de distinto tamaño el Estado. Para el marxismo leninismo, “todo el poder para el Estado”, concentración de poder, el Estado produce harina de maízy exporta e importa lo que sea, se ocupa de tener radios y televisoras, transporte, salud, educación, deporte, cultura, economía y hasta en la religión quiere meterse. Para el liberalismo extremo, el Estado no debe intervenir en nada o casi nada, tal vez emitir las cédulas de identificación de los ciudadanos. Para los humanistas y demócratas, dos frases determinan el tamaño del Estado: “Tanta libertad como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Esto es lo que quiero, no me calo más comunismo, más gobierno metiche castrador del desarrollo, de la economía y del éxito de la gente y los ciudadanos.Tanto Estado como sea necesario.
Ramón Guillermo Aveledo expresa con claridad lo que también yo pienso al respecto: “Políticamente hablando, podemos decir que civilización es el paso del poder concentrado e ilimitado, al poder distribuido y limitado; y del poder como mera dominación, al poder como instrumento del bien común”.
Dicho esto, el tiempo de Nicolás está agotado y lo que representa el régimen está probadamente fracasado. Es masoquismo seguir en lo mismo. Cambio y fuera. Menos Estado y más libertad.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano