Esperanza como promesa política, por Ana María Osorio (@osorioanamaria)  

El reconocimiento de un actor político parte de su discurso, promesa electoral, su empatía, credibilidad, dinamismo, carácter y liderazgo, lo que se hace tangible con su práctica y logros alcanzados; por tanto no basta con prometer un “sueño posible” se debe mostrar el camino para lograrlo.

En un tablero político como el de Venezuela, para que exista un actor o líder político con proyección pero además el know how necesario para enfrentar la crisis, se debe iniciar con la profesionalización de la política, dejar de lado los discursos sin sustentos y las palabras sin sentido para el ciudadano, esas frases que requieren ser explicadas para entenderse, o que necesitan aclaratorias; aunado a lineamientos estratégicos de acción definidos que orienten al direccionamiento de esfuerzos en función del logro de los objetivos de desarrollo y progreso del país.

Para que eso suceda, hace falta, en principio, la definición del candidato la cual parte de su biografía, temas con los cuales se identifica o afines, su profesión, trayectoria tanto política como profesional, además de su experiencia y logros alcanzados; posterior a ello, se debe construir la imagen del candidato considerando elementos esenciales como la oratoria, estructuración de mensajes, capacidad de negociación, pensamiento lógico deductivo, análisis político, trabajo en equipo y sobre todo la facilidad para comunicar tanto de manera directa como a través de los medios de comunicación. Y con ello ya estructurado debe crearse la imagen gráfica y eslogan del candidato o actor político, a fin de lograr la conexión con los ciudadanos. Por último, y no menos importante, éste actor debe poseer habilidades y competencias gerenciales, de organización, capaz de ser eficiente en el gobierno en funciones.

Sin embargo, esto no es suficiente, dado a que el actor político requiere apoyo popular, respaldo de los partidos u organizaciones con fines políticos, financistas, además del compromiso con el país, que debe ser mayor que las ambiciones personales y la personificación del poder en sí mismo.

Aunque esto suene a fantasía, es posible, pues en el corazón de éste país están decenas de venezolanos con liderazgo y vocación de servicio quienes pueden ofrecer cambios significativos al destino del país; sin embargo, se limitan por la polarización y los cogollos de las bancadas políticas, quienes manejan el proceso electoral y las postulaciones como un reinado o bajo un cabildeo de intereses cercando la posibilidad de un liderazgo alternativo o de relevo.

Hoy, quizás con más fuerza se requiere de un líder político que bajo la promesa creíble y oferta electoral de esperanza capitalice el descontento y frustración del ciudadano, y permita a éste imaginar un país que ofrezca la posibilidad de crecimiento y desarrollo tanto personal como profesional, de futuro exitoso, el hogar deseado para hijos, la oportunidad de acceder a bienes (vivienda, vehículo, línea blanca), que con el salario que gane pueda cubrir las necesidades de alimentación, educación, salud, entre otros. Un país donde si te esfuerzas puedes alcanzar tus objetivos y no el país en el que se vive, aquel que frustra las posibilidades porque está cercado con un entorno sociopolítico y económico sin seguridad jurídica ni social, inestabilidad económica y política, represión y exceso de controles, que en lugar de generar confianza aumentan la incertidumbre y los riesgos.

Es por ello, que el líder debe prometer esperanza, una oferta electoral viable, aquella que aunque parezca intangible, consiste en devolver la fe y reducir la crispación social. No consiste en un país de las mil maravillas, sino en que los ciudadanos se hagan parte activa del proceso de cambio y transformador del país, pues un Mesías que resuelva la crisis no llegará caído del cielo, se necesitan cambios de actitud, incluso de comportamiento del venezolano frente a la realidad que se vive, basta de promover la corrupción, de ser bachaquero, de incrementar la reventa o fomentarla, de permitir abusos o abusar. En este sentido, debemos reflexionar lo expresado por Gandhi “Conviértete en el cambio que quieres en el mundo”; porque los ciudadanos quieren mejores líderes, gobernantes y justicia pero a diario actúan con antivalores y cuestionan o descalifican a quien actúa de manera honesta o solidaria, lo cual se hace eco en cada contexto. El destino de Venezuela, depende de cada uno de nosotros, por tanto que sea nuestra promesa actuar para mejorar su situación actual y generar el desarrollo que tanto merece.

Felices fiestas decembrina, que Dios y la Chinita colmen los hogares de los venezolanos de bendiciones, amor, prosperidad, salud y felicidad.

DC / Lcda. Ana Osorio / Periodista / Análisis del discurso / Marketing político / Locutora / osoriooanamaria@gmail.com / @marketingpolitico.amo / @osorioanamaria

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