“El padre Eleuterio es buen jefe y administrador, buen compañero y amigo, pero lo mejor que tiene es su trabajo pastoral, porque es un excelente párroco. Aquí nadie quiere que se vaya”. Así describió, sin titubear y con voz firme, María Luzardo, trabajadora de mantenimiento de la Basílica, al padre Eleuterio Cueva.
Honestidad, solidaridad y responsabilidad. Estos valores y cualidades dibujan a la perfección a quien por casi 15 años estuvo al frente de la casa de la Chinita. Este sábado, 7 de enero, el párroco se despedirá de la Basílica con un homenaje parroquial que recibirá de los grupos de apostolado. A las 6:00 pm, en la plazoleta él mismo oficiará una misa.
Su salida ocurre luego que el arzobispo de Maracaibo, monseñor Ubaldo Santana, anunciara que el presbítero presentó su renuncia y esta fue aceptada. Sin embargo, la decisión levantó controversia entre la feligresía que no desea que el padre se vaya.
Cueva llegó desde Mene Mauroa, en el estado Falcón, a amar con fiel devoción a la Dama de El Saladillo. Con sapiencia “Chicho”, como cariñosamente le llaman en familia, promovió el fervor chiquinquireño hacia los corazones zulianos, venezolanos e incluso, en aquellos que no conocían a María de Chiquinquirá, en otros países.
Desde bien temprano, acostumbraba a caminar por cada uno de los espacios de la iglesia San Juan de Dios, teniendo el don de percibir cualquier detalle fuera de su sitio. Estas paredes que albergan el Retablo mariano lo vieron corregir a quien debió hacerlo, secar lágrimas de preocupación, escuchar a quien lo necesitó, y regañar a aquellos que lo ameritaban. “Es un hombre de carácter, pero súper perseverante, muy correcto en su trabajo, pero a la vez sencillo. Por esa razón, la Basílica ha logrado el empuje que tiene, porque se propuso trabajar duro por esta casa de Dios”, señaló Miriam Quiroz, quien tiene 10 años laborando en el templo.
A los pies de la Reliquia contó: “Estoy súper agradecido con Dios por permitirme trabajar en la Basílica, fueron 15 años que pasaron muy rápido, nunca aspiré ni pensé tener esta responsabilidad eclesial. Aunque siempre en mi ministerio pensé lo que podía hacer en la Basílica, y cuando Dios me dio la oportunidad de hacerlo, se planificó, se estudió la factibilidad y se hizo, y eso no es obra mía sino de Dios (…) Me voy realizado, son 15 años, donde mi primera intención fue proyectar a la Chinita, y creo que ha crecido su devoción a lo largo y ancho de la región, a nivel nacional e internacionalmente”.
Durante los años que estuvo en la Basílica, se inició la procesión lacustre, la Bajada de la Virgen en la plazoleta, se retomó la procesión parroquial, y se concretaron proyectos de envergadura para la infraestructura de la iglesia: se construyó el estacionamiento, cambiaron los pisos internos, se impermeabilizaron los techos, y se hizo la instalación de los aires acondicionados.
No solo eso, los proyectos sociales que él mismo tomó y llevó adelante como el comedor Juan Pablo II, en el sector El Brillante; y las obras educativas y de salud de las hermanas franciscanas, en la carretera Palito Blanco, y el trabajo que emprendió con los Misioneros del Verbo Divino, en San Isidro.
“Que sus obras hablen por el trabajo que él ha hecho, porque por sus obras lo conoceréis. Mi hermano es un hombre incansable, que dejó una Basílica pujante, y la feligresía sigue pidiendo que se quede, lo sigue pidiendo dentro del templo chiquinquireño. Yo que lo conozco sé cómo ama a la Virgen, y luchó porque los fieles la amaran y estuvieran más cerca de Ella”, expresó Isabel Cueva, una de los 11 hermanos que criaron Ana Uval Pereira y Eleuterio R. Cueva.
Para Ángel Rivas, servidor de María e integrante del comité organizador de las fiestas patronales de la Virgen, el presbítero es más que un párroco. “Él es un ser humano extraordinario, su calidad y sensibilidad por los demás es impactante. Es un hombre exageradamente trabajador, con una fe que es visible hasta para el menos creyente, un gerente completo, un constructor impresionante, un líder que enseña y anima, que hace que los que estamos a su lado lo sigamos sin dudar y confiando que ese es el camino correcto”.
Carmen Julia Arévalo, trabajadora del templo, puntualizó: “A mí me enseñó todo lo que sé a nivel laboral, me incentivó a estudiar en la universidad. Mientras Dios y la Chinita nos permita tenerlo le seguiremos sirviendo, y para mí es el mejor sacerdote que tiene y tendrá la Arquidiócesis, no habrá otro como él jamás”.
El padre culminó sus estudios en ciencias eclesiásticas en el Seminario Interdiocesano de Caracas, el 14 de agosto de 1982. Fue párroco de la iglesia San Juan Bautista, en San Francisco; de El Buen Pastor, en Cuatricentenario y de Nuestra Señora de la Candelaria, en San Jacinto; director general del Instituto Niños Cantores en el 2000. Y capellán del “Pons” por más de 27 años.
“Le doy gracias a Dios por haber sido instrumento de Él, le doy gracias a la colectividad, al Gobierno nacional, regional y municipal; a los empresarios, a la feligresía, y les pido perdón si en algo fallé como humano, pero la intención fue siempre hacer el bien, y proyectar la casa de la Virgen como el lugar de todos, dándole espacio a la niñez, adolescencia y la juventud”, enfatizó el párroco Eleuterio Cueva, quien ayer entregó formalmente la Basílica a monseñor Ángel Caraballo, obispo auxiliar.
DC|Panorama