Apenas meses atrás, calificados voceros de la oposición nos aseguraban en medio de una democracia deficitaria, pero democracia al fin y al cabo. Bastaba un poco de talento político por acá, otra porción de habilidad por allá, algún rasgo de simpatía natural y la pequeña apuesta del azar para superar las actuales circunstancias, encausando las soluciones más adecuadas y realistas a los problemas. Sin embargo, ha roncado la fiera de una dictadura que, por todos estos años, se ha realizado gozando de la ingenuidad asombrosa de muchos de los que la adversan.
Por siempre, esperaron una declaratoria formal con el inmediato cierre y custodia de los locales partidistas y periódicos disidentes, la inauguración de sendos campos de concentración y todo lo que fue emblema de las militaradas continentales. Ahora, dicen sorprenderse porque la profundización y aceleramiento de la represión, llega a sus puertas con la impudicia otrora bien disimulada.
La Asamblea Nacional le sirvió al gobierno hasta que perdió la mayoría en unos comicios que creyó manipular, como había ocurrido en miles de ocasiones, por ejemplo; más atrevida la oposición, es hora de cancelarla y de nada vale fingir más el respeto que nunca tuvo en relación a las inmunidades parlamentarias. La modalidad no ha sido ni será, excepto que el momento obligue, la de un asalto armado de sus célebres e impunes colectivos o del correspondiente contingente militar, según la amenaza incumplida que la ha orbitado en un año de difícil gestión, pues, todavía debe guardar las apariencias ante la comunidad internacional, sino por la paciente disolución, el abandono presupuestario, la inutilización política de una instancia que queda a la intemperie del descrédito por fracasar en las promesas que le hizo a catorce millones de venezolanos que la votaron.
Descrédito muy bien elaborado por los servicios publicitarios y de inteligencia del gobierno, con la contribución doméstica de los que ignoran el límite de sus mentadas habilidades políticas e incurren en un oportunismo morboso: diciéndose realistas, imploran una negociación de supervivencia personal a la que muy pocas posibilidades le queda, como la del empresario que supuso que jamás lo tocarían por las concesiones que hicieran mérito. El mayor riesgo de un régimen que todavía cuida las formas, hasta nuevo aviso, es el de escenificar un nudo de sables en la sede legislativa, por lo que opta y optará por desolarla, negándole los recursos más elementales que debe abonar el Estado, asediada por zagaletones de escondidas siglas políticas, convertida en coto de caza para incriminar individualmente a sus miembros sembrándolos de armas como no puede hacerlo con los alimentos que espera la población, pretendiendo un deterioro que se haga moral.
Mas, no le será fácil a Maduro Moros ensayar esta aniquilación al detal de la mayoría asamblearia de la oposición, aunque cuente con el increíble desdoblamiento parlamentario del TSJ, mientras haya un diputado que asuma plenamente sus responsabilidades, como los hay numerosos y dispuestos. Y tanto que, por doce meses, resistieron a la agresión como lo harán mientras que Dios les dé fuerzas afincándose en una curul que expresa un histórico mandato ciudadano: es la hora que nos ha tocado. Luego, la desolación proyectada no será tan expedita, fácil y a la vuelta de la esquina, como se presume, porque las instituciones existen o no existen, siéndolas mientras vivan.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ