Colgadas en los árboles o corriendo por las aceras, las iguanas verdes son tan comunes en el sur de la Florida que ya casi no se las ve como invasoras exóticas sino más bien como reptiles equivalentes a una ardilla.
Oriundas de América del Sur y del Centro, las iguanas verdes que escaparon o que son mantenidas como mascotas se han estado reproduciendo en los suburbios de Miami y en los cayos por al menos una década sin causar el revuelo que generaron otros reptiles como las serpientes pitonas birmanas o los lagartos tegu blanco y negro.
Son consideradas mayormente inofensivas pues se alimentan de plantas y no de los animales nativos. Pero sus madrigueras debilitan muros rompeolas, aceras y diques, además de que se comen las plantas y arruinan los jardines. Sus excrementos, por otra parte, no son fáciles de limpiar y constituyen una potencial fuente de salmonella, la bacteria que causa intoxicaciones alimenticias.
Comparadas con las esquivas pitonas de las Everglades, las iguanas con fáciles de detectar. Llegan a medir más de un metro y medio (cinco pies) y les gusta lo que atrae a la gente a la Florida: los jardines bien cuidados, las propiedades con vista al mar, las piscinas y el sol.
Una iguana incluso obligó a parar un partido de tenis del reciente Abierto de Miami al subirse al tablero electrónico que llevaba el marcador. El jugador alemán Tommy Haas se sacó una foto con el animal, pero su rival checo Jiri Vesely se quejó ante el juez, aduciendo que no se podía concentrar.
El juez le dijo que «no es un animal peligroso», según se puede ver en los videos del partido.
El cazador de iguanas Brian Wood atrapó a tres una tarde reciente, de aproximadamente un metro (tres pies) cada una, que disfrutaban sobre un rompeolas en un complejo de condominios en Sunny Isles Beach. Usando una caña de pescar, las pilló con una soga al cuello y las colocó en una jaula de metal.
La presidenta de la junta vecinal del complejo King’s Point Imperial Condo, Janet Sarno, contrató a Woods porque el sitio estaba siendo invadido por iguanas.
«Hace diez años, tal vez veías una o dos en el rompeolas. Ahora aparecen de a 20. Son demasiadas», comentó.
Las iguanas se desplazan por los rompeolas y los patios, trepan a los árboles y llegan a los balcones de los departamentos, donde se comen las plantas, afirma Sarno.
«Vienen, comen y excavan la tierra. Las ves en las piscinas», expresó. «Últimamente ves excrementos por todos lados. Es terrible».
Woods es un cazador de caimanes que vende sus pieles para ser usadas en prendas de cuero, pero hay recibido tantas llamadas pidiendo que capture a iguanas en los últimos años que fundó una firma especializada en la caza de esos animales, Iguana Catchers.
Quiere criar iguanas con los animales que caza para venderlas como mascotas en estados del norte del país con inviernos fríos. Por ahora las sacrifica y vende su carne. También quiere vender su piel para prendas de cuero.
«Son como las ratas. Siempre va a haber iguanas aquí», sostuvo Woods.
Las iguanas no enfrentan peligro alguno aquí, con excepción de los autos y algunas caídas de la temperatura, que es lo que ha impedido que migren hacia el norte.
En los cayos de la Florida las iguanas se comieron las platas que constituyen el hábitat de las mariposas azules en el Parque Estatal de Bahía Honda. Los administradores del parque dicen que en los últimos dos años cazaron casi 600 iguanas, pero las mariposas no han vuelto.
A las autoridades les preocupan los daños que pueden causar las madrigueras de las iguanas en los diques y otras estructuras para controlar el agua en las Everglades.
«Las madrigueras debajo de los muros de contención de las aguas pueden causar remolinos hidráulicos y agravar la erosión del sistema», sostuvo Rory Feeney, director de distrito de la oficina de control de los recursos naturales.
La Florida quiere evitar que las iguanas se conviertan en una peste, como en algunos países del Caribe. En las Islas Caimán se ha comprobado que las iguanas verdes se cruzaron con iguanas nativas.
En la Gran Caimán, la población adulta de iguanas verdes subió de las 127.660 del 2014 a 400.000 el año pasado, según Jane Haakonsson, investigadora del departamento del medio ambiente de las islas.
«Todo el mundo se queja. Todos tienen problemas con sus piscinas y sus jardines, y en las carreteras a cada rato se las llevan por delante», expresó Haakonsson. «Lo que se está haciendo (para controlarlas) no basta».