El presidente de la República, Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, asiste al Congreso Nacional el 24 de abril de 1957, donde pronuncia encendido discurso sobre los supuestos logros de su gobierno en materia social y económica, poniendo de manifiesto el presunto progreso de los trabajadores y sus altos salarios. Exactamente una semana más tarde, el 1° de mayo, Venezuela conocería la Carta Pastoral del Arzobispo de Caracas, Dr. Rafael Arias Blanco, con motivo del Día del Trabajador y de San José Obrero. En todas las iglesias fue leída y se escuchó decir: “Una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humana”. Oyeron lo que estaba prohibido decir en alta voz. La censura impedía las críticas.
Monseñor Arias Blanco habla de “la multitud de problemas sociales que está viviendo la nación” y del “derecho que la Iglesia no puede renunciar, a intervenir en todos los problemas sociales”; denuncia “los salarios bajísimos con que una gran parte de nuestros obreros tiene que conformarse”. Era un desmentido a lo dicho por el dictador ante el Congreso. El prepotente autócrata hace citar al Arzobispo ante el Ministro del Interior, para reclamarle la “insolencia”.
El Arzobispo había develado “el desempleo que empuja hasta la desesperación”; “el déficit de escuelas”; “la falta de prestaciones familiares”; “la burla de la Ley del Trabajo” y “las injustas condiciones en que muchas veces se efectúa el trabajo femenino”, entre otras verdades.
Esa Pastoral valiente, rechazada por el dictador, fue aplaudida por todos. Los primeros en pronunciarse a favor fueron Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Hasta el Partido Comunista, en su vocero “Tribuna Popular” que circulaba en la clandestinidad -como bien lo recuerda Naudy Suárez- editorializa en octubre de 1957, sobre “la dignidad de prelados nacionales”, refiriéndose ya no solo a Monseñor Arias Blanco, sino también a numerosos otros obispos y sacerdotes que inspirados en la Pastoral del Arzobispo de Caracas, han exigido públicamente “libertad de prensa y de acción política”.
El mejor reconocimiento a la trascendencia y efectos de la Pastoral del 1° de mayo de 1957, lo hace el propio Pérez Jiménez, luego de la sublevación militar del 1° de enero de 1958, fecha predecesora del 23. El dictador ordenó al Ministro del Interior, Vallenilla Lanz, según narra el mismo Vallenilla: Ministro, “cite usted también al Arzobispo Arias Blanco y dígale que los efectos de su Pastoral han culminado con el alzamiento del 1° de enero”. El dictador se había topado con la Iglesia. Ocho meses más tarde de su lectura -1° de mayo de 1957 a 1° de enero de 1958- la Aviación Militar se alzó contra la dictadura. Tres semanas luego se alzarían todas las fuerzas sociales, políticas y militares.
Esa Carta Pastoral del 1° de mayo de 1957 es el primer paso firme y sólido hacia el 23 de Enero de 1958, será clarinada que movería a quienes estaban dormidos y empujaría hacia la unidad y la calle.
No es nuevo decir que la historia se repite. Le ha tocado otra vez a la Iglesia dar un paso ante la dictadura, esta vez la asfixiante del Socialismo del Siglo XXI. Nuestros Arzobispos y Obispos venezolanos en la reciente Exhortación Pastoral “Jesucristo Luz y Camino para Venezuela” (13-1-2017), le dicen al pueblo que “Una gran oscuridad cubre nuestro país. Estamos viviendo situaciones dramáticas: ¡Nunca antes habíamos visto tantos hermanos nuestros hurgar en la basura en búsqueda de comida!”. Añaden nuestros Pastores: “Ante la desesperanza reinante, exhortamos a todos… a lograr puntos de encuentro para un proyecto común de país. Tengamos confianza en nuestras capacidades para cambiar la actual situación”. Como ha sido dicho, “La historia no es cosa del ayer, comienza en el ayer, pero se renueva indefinidamente en cada momento de la vida”.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano