El baile es un excelente ejercicio cardiovascular; aumenta nuestra capacidad pulmonar, la flexibilidad y firmeza de los músculos; educa nuestros hábitos posturales, etc.
¡Claro que es una estupenda opción para mantenerse joven!
El baile ayuda en la prevención y el tratamiento de la osteoporosis. Cuestión a tener en cuenta, especialmente, por las mujeres que hayan pasado la menopausia. Además, mantiene las articulaciones lubricadas, cosa que ayuda a prevenir la artritis.
Bailando se queman calorías. Más calorías, cuanto más intenso y rápido sea el baile. Naturalmente, no es lo mismo bailar un vals lento que una salsa frenética.
No estamos hablando de pasión, sino de colesterol. Bailar aumenta los niveles del llamado colesterol bueno (HDL) y disminuye los del malo (LDL). A las personas con diabetes, además, les ayuda a controlar el nivel de glucosa en sangre.
Dependiendo del baile, también se hace ejercicio mental mientras se recuerdan los pasos y estamos concentrados para no meter la pata de mala manera.
Hay que mantener el equilibrio en multitud de posiciones diferentes (según el baile que se practique). Esto ayuda a fortalecer los músculos, disminuyendo la propensión a determinadas lesiones en nuestra vida cotidiana. Y, de paso, se mejoran la coordinación y los reflejos.
Además de ser un entretenimiento y un estupendo ejercicio físico, el baile puede constituir una oportunidad para relacionarnos con otros, incluso para hacer nuevas amistades.
El baile une. Personas muy diferentes, de procedencias diversas pueden moverse al ritmo de una misma pieza. Esto abre la mente y expande el espíritu.
Antes de bailar en público, la persona cuida de su aspecto. Para empezar, va bien aseada. No sea que, después de dar cuatro coletazos, su pareja o los de cerca huyan por el olor que desprende. Es broma, pero lo habitual es ponerse guapos antes de salir a bailar, ¿o no?
Gracias al subidón de endorfinas propiciado por el baile, estamos de mejor humor y combatimos eficazmente el estrés y otras neuras.
DC/Agencias