Turismo hacia la conquista del Sur, por Luis Acosta

Para ir a la conquista territorial del Sur, es necesario organizar planes especiales. En efecto, la vía hacia Canaima involucra un viajar más completo y lo más cómodo y rápido es volar a Canaima desde Ciudad Bolívar. Por lo tanto, es menester devolvernos a Barcelona para empezar a gozar la belleza de este paseo y disfrutarlo a plenitud.

Arrancamos pues, de Puerto La Cruz, Estado Anzoátegui, y nos dirigimos vía a Maturín, pasando primero por el corredor petrolero de El Tejero, Punta de Mata y Jusepín para encontrarnos con El Furrial, puerta de entrada occidental de la ciudad de Maturín. Allí hacemos la primera parada. De verdad, vale la pena el aprovechar esta parada para comprar la artesanía de El Furrial. De cierto, lo más destacado de esta zona lo constituye una variada gama de enlatados de dulces criollos producido por su fina industria domestica como: lechoza, durazno, hicacos, limonzón, fresas, higos, piña y pare de contar; después, saborear el jugo de naranja El Turpial, calificado como el más puro del país. Al llegar a Maturín, nos encontramos una ciudad verde y florida. Bolívar decía que era el embalse de oriente porque en esta zona llueve y no escampa. La caza de la lapa luce que ocurre con o sin veda y, por eso, se consigue siempre en los restaurantes de Monagas para el disfrute del comensal. Ya de salida, hay una carretera aceptable hacia Los Barrancos de Fajardo y, allí, se toma la chalana o gabarra que, atravesando el Orinoco, se desplaza hacia San Félix donde el viajero puede desayunar con la zapoara, el pámpano, el bagre y otras excelentes especies de peces del Orinoco y el Caroní, ya en el Estado Bolívar.

Desde aquí se extasía el turista y disfruta la amplia vista del Rio Orinoco en su esplendor urbano. Esta belleza natural del noveno rio de América con sus 2200 Kms de recorrido desde la sierra de Parima y Unturán, en los limites con Brasil, hasta el delta en el Océano Atlántico y número 3 del mundo en cuanto a su caudal. Luego, camino a la famosa Angostura, de la historia patriótica de Venezuela, se salta a la maravilla natural del Parque Cachamay, después de la visita obligatoria al centro colonial de Ciudad Bolívar.

De seguida, al visitar el Hotel Continental, en su fachada natural inferior se desplaza a todo correr el Rio Caroní con sus aguas atamarindadas, color del orín que es el oxido del hierro que se acumula en el fondo del rio y se confunde en sus caudales. Esos residuos son provenientes del Cerro Bolívar, de donde se extrae el material de hierro que se incorpora y trata metalúrgicamente en los grandes hornos de la Siderúrgica del Orinoco, SIDOR. De allí se empieza a perseguir el fabuloso Salto de La Llovizna con su viejo puente abandonado pero que dio vida mundial a su lamentable accidente donde perecieron una docena o mas de personas que llenos de alegría y disfrute de su vista, por la exuberancia natural de aquel lugar lleno además de caídas de agua y paisajes naturales, no vieron el peligro y la imprudencia ganó la pelea.

El ir a Soledad, antigua ciudad de la zona Sur, vale la pena. Su iglesia antiquísima contiene los retablos de su tiempo primario. Pero, volar a Canaima es un viaje que nunca se olvida y constituye un paraíso viviente para recuerdo por las maravillas naturales de la Creación Divina: esa combinación del Roraima, los Tepuyes y el Salto Ángel junto vertientes del Rio Carrao que alimentan la Laguna de Canaima con el espectacular Salto El Sapo, la caída de agua más hermosa que ojos vivos vieron y que en su conjunto forman el Parque Natural de Canaima. Lo más sutil, puro y frágil de este fenómeno único solo producido por Dios y su Poder inmenso, de igual manera, lo constituye la forma suave, misteriosa, sublime y extraordinaria como el rio va recogiendo sus vertientes de agua y las conduce por un canal natural y de espesa selva, con una pureza clara, pulcra, espumosa y de máximo esplendor para luego dejar caer aquellas aguas de quietas corrientes hacia la Laguna de Canaima, en cascadas abiertas, como un poderoso manantial que no se acaba nunca.

De regreso al Estado Anzoategui, ahora por la via del El Tigre y El Tigrito, y después de visitar El Callao, Tumeremo, Guasipati y Upata, pasamos por una carretera repleta en sus bordes de plantas de mereyes, con sus plantas industriales de tratamiento, y yucales que dan vida a otras plantas para tubérculos que solo se terminan con la cercanía de la vieja Barcelona donde damos fin a este espectacular paseo. Sin embargo, nos quedamos con las ganas y deseos de ver y oír en vivo a Serenata Guayanesa en su propio campo de juego y de música en el Estado Bolívar. Igualmente, con las ganas de visitar la siderúrgica y la Orinoco Mining Company, donde se produce el aluminio venezolano que una vez se distribuyó por toda la bolita del mundo.

 

DC / Luis Acosta / Artículista

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