Hoy jueves Brasilia amaneció con sus edificios públicos custodiados por 1.500 militares, luego de violentas protestas contra el presidente conservador Michel Temer, cada vez más presionado para dejar su cargo por acusaciones de corrupción.
Las fachadas de varios ministerios mostraban aún las huellas de la masiva manifestación opositora del miércoles, en la que jóvenes encapuchados dejaron cristales rotos y parte del mobiliario quemado.
La situación de violencia que se generó ayer contra organismos públicos llevó al Presidente de Brasil a desplegar tropas militares en las calles de la capital, una medida polémica y de alta sensibilidad en un país que vivió una larga dictadura entre 1964 y 1985 y que alimentó las críticas de sus adversarios.
«No recuerdo haber visto algo así ni en el período de la dictadura militar», dijo la noche del miércoles el diputado Carlos Zarattini, del Partido de los Trabajadores (izquierda) fundado por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
El gobierno justificó su medida en que los ataques de los manifestantes pusieron en riesgo la vida de empleados públicos y obligaron a evacuar al personal, en medio de una lluvia de gases lacrimógenos y duros choques entre policías y activistas.
El presidente «no dudará en ejercer la autoridad que el cargo le confiere siempre que fuera necesario», señaló el Palacio de Planalto en un comunicado emitido tras los incidentes.
DC/GB