Si algo está ocurriendo en Venezuela en estos tiempos, es una lucha diaria entre los optimistas y los pesimistas, entre los que siguen las malas noticias e ignoran que pueden estar pasando cosas positivas en el país, entre los portadores de desilusión, ajenos a los que aprovechan los nuevos espacios y atienden los sitios desiertos por quienes han decidido emigrar o anclarse en el inmovilismo, haciendo de la dificultad una gran oportunidad.
Ciertamente, el pesimismo ha invadido muchos espacios, las reuniones familiares, el encuentro entre amigos, los lugares de trabajo, las redes sociales, entre otros escenarios propios de la interacción humana, permitiendo el desahogo ante lo que se vive a diario, la comunicación se ha convertido en catarsis colectiva, en expresar el descontento a través de manifestaciones de calle o a través de un teclado, reenviando cadenas, cargadas de frustración y desesperanzas.
El pesimismo está conectado con la situación política ha habido una ruptura de lo que fue y lo que es, con graves consecuencias, que ha generado miedos, odios, ganas de revancha y resentimientos sociales que solo el tiempo podrá sanar, eso es una verdad inocultable que ha provocado la mayor diáspora poblacional de nuestra historia. Sin embargo, ante lo negativo es propicio enfocarse en los eventos que nos permitan movernos hacia adelante, reflexionar los futuros viables, plantearse tendencias emergentes, posibilidades a largo plazo, moldear las contingencias y enfrentar con optimismo la fatalidad.
Como lo plantea Juanjo Gabiña, “toda ruptura en un sistema plantea problemas de ajuste” y donde se puede identificar un problema es propicio buscar soluciones, ante esta situación hay que buscarle salidas a la crisis, establecer nuevas reglas del juego, llamar a la concordia, declarar una tregua entre las partes involucradas y responsables, propiciar escenarios negociados que permitan detener esta confrontación, la fatalidad puede evitarse, solo se requiere mayor iniciativa colectiva y menos protagonismos, el país exige que los actores políticos actúen con altos niveles de compromiso, entendimiento y solidaridad, que tengan la capacidad de sembrar esperanzas y construir acuerdos posibles que puedan vencer la incertidumbre.
Los nuevos liderazgos deben llenarse de consenso, dejar a un lado la prepotencia y los extremos radicales, mostrar el camino que nos permita recuperar el tiempo perdido, focalizarse en la visión que tuvo Mandela, quien apostó a que una victoria en la final del campeonato mundial de rugby del año 1995 podría darle a la incipiente democracia de su país una cohesión que no tenía y que le sería imprescindible para subsistir, actuó con inclusión y compasión, su prioridad número uno como Presidente fue la reconciliación para sembrar las bases de la Sudáfrica del futuro.
Mandela, logró superar un contexto de segregación racial en la Sudáfrica de los 90, con 43 millones de habitantes, donde solamente el 12% era blanco y aunque eran minoría gobernaban, sin permitirle a la mayoría de la población votar, la obligaban a vivir en guetos, le restringían el acceso a zonas reservadas para blancos, un hombre que permaneció durante 27 años presos intentó conciliar las reivindicaciones negras con las exigencias blancas. Y el arma que escogió fue la más improbable de todas: el rugby, profesando un mensaje de reconciliación que sorprendió a quienes esperaban algún sentimiento de revancha.
Mandela con su estrategia, logro humanizar la política, a través del deporte, conquistó a sus viejos enemigos, se convirtió en el Presidente de todos los sudafricanos y en uno de esos grandes y escasos héroes que mantienen vivas las esperanzas de los habitantes del mundo.
El ejemplo de Mandela, es oportuno en nuestro contexto patrio, a propósito que el próximo domingo nuestra selección de Futbol Sub 20 por primera vez participa como Finalista en un Mundial de la FIFA, propicia ocasión para que los políticos del gobierno y la oposición tiendan el puente para la reconciliación nacional, que sea la vinotinto la oportunidad para reconciliar un país bañado de sangre, de muertes innecesarias, que sea el ejemplo de nuestros jóvenes que han puesto toda su alma en enaltecer nuestro tricolor nacional, lo que contagie a los lideres políticos a pensar en Venezuela y actuar desde el factor humano.
DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo/ Abogado dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia