Las doctrinas, por Luis Acosta

La filosofía como principio de todo pensamiento humano o manera de actuar, sirvió por años, décadas y siglos para la conformación de las costumbres y en los seguimientos de los hombres para lograr agrupar voluntades, servir a grupos y manejar ideas. La Iglesia, la filosofía, los sabios y los filósofos irrumpieron favorablemente para constituir doctrinas y dogmas que se fueron utilizando y en las cuales se apoyaron los hombres públicos para hacer crecer a sus bases o partidos políticos, las sociedades y credos, para organizarlos y ponerlos en el camino y, de esa manera, controlar los principios públicos y aplicarlos socialmente. En las fuentes de hoy de origen latino, poco se ha adelantado en esta materia. En la europeas las cosas políticas se mueven entre buenos, regulares y malos y, por lo tanto, con normalidad. Por allí siguen los tiros. En cuanto a lo asiáticos, los logros son económicos y de buen resultado en lo organizativo mientras, en lo político, siguen estancados porque quieren insistir en convertir a sus gobiernos en todo, o sea, compradores, vendedores, productores y mandadores con el resultado de que mandan pero no andan. En síntesis, en la totalidad de uso,  solo la iglesia se ha mantenido con vigor y ha logrado el reconocimiento de su doctrina “amaos los unos a los otros”, “no mataras”, “ama al prójimo como a ti mismo” o “ama a tu padre y a tu madre.”

Así pues, tal en todo tiempo, cada religión, organización social, secta, núcleo, grupos o unión de propósitos tienden a tener su doctrina en un atractivo, posible pero no alcanzable, y ella consiste en escribir algo conceptual para enseñar en la vida espiritual y/o material que permita diferenciarlos por su contenido en la invitación a hacer  seguimiento de los raciocinios sociales que le son afines y de posible aplicación entre unos y otros. Sin embargo, los tiempos pasan y las sociedades poca salud tienen. La doctrina comunista por ejemplo, le da mucho énfasis al uso colectivo de los recursos para los beneficios generales. Pero esos beneficios los mide y cataloga el estado por conducto del ente gubernamental al cual se le asigne, de suerte y manera que, en los estados soviéticos, ellos tienen la posesión y disposición de manera extrema de todos los bienes y su distribución responde a su propia discrecionalidad no buscando la equidad posible sino logrando el control de las voluntades de su pueblos y esa repartición, política y de inspiración ventajosa, solo tiene el objeto de un reparto fingido. De suerte pues, que el estado como benefactor es el único beneficiado de vender la igualdad que hasta ahora no ha logrado. Esta compleja situación en el manejo de las riquezas del país, sea subterránea, terrenal o espacial, tiene que crear normas para dar vida y mejor uso de los bienes; sin embargo, salvo el buró sindical del gobierno, nadie mas forma parte de la dirección excepto en las materias que se aceptan emanadas de su propio orden. De allí que en la sociedad soviética no termina de cuajar una doctrina de vida con calidad y doctrina económica que sirva a todos.

En la democracia, por diferencia, el pueblo es todo, es libre y es el soberano y es a través del voto popular mediante el cual se escogen las autoridades para dirigir la cosa pública y la administración de justicia. En esta materia, un tribunal electoral independiente y nacido también del voto, cuida de la aplicación de la decisión pública o voluntad popular ejercida y proclama a los ganadores luego de cuidadosos escrutinios; además, cuida de que cada ciudadano sea depositario de ese voto y que a nadie puede regalar, donar o endosar salvo el modo y la forma exceptuada por la ley. Nadie está autorizado a utilizar un voto que no sea el suyo. Lo más importante de la norma es que su alternabilidad es obligatoria y la base esencial y máxima virtud del sistema. Cada cierto tiempo semestral, anual o poli anual se deben realizar elecciones obligatorias para alternar las autoridades. En muchos países, según la ley, no pueden repetir sus autoridades salvo por causales permitidas.

Existen otras organizaciones políticas con sistemas diferentes como el socialista donde lo social es más importante que lo político y busca que los esfuerzos sean más equitativos y útiles  en la persecución de la igualdad. Pero no tiene  el crecimiento necesario para las expansiones que se producen en el mundo y por eso están limitados y no sirven a la amplia sociedad. Noruega, Dinamarca, Holanda, Suecia y Finlandia, estados socialistas contiguos a los rusos, tienen la mayor habilidad desarrollada para no contaminarse y perder su tranquilidad.

Por último, en todos estos sistemas políticos conocidos se cuelan una buena cantidad de individualidades neutrales como los “ni-ni, vivos, sabelotodo, acomodaticios, sabiondos, multifacéticos y libres pensadores de oficio que no pagan impuesto ni trabajan. En efecto, están en todos los partidos, se meten donde no son llamados y viven de los demás. Estos son los más numerosos en los gobiernos y los partidos. Piden más que los de adentro y opinan sin ser consultados. Pero, todos tienen un amigo fuerte dentro del gobierno y se convierten en el “corre, ve y diles” de aquellos. Así usan el poder y las armas de su amigo político y al final, por atrevidos, mandan más que los de adentro y, con tanto exigir y pedir, hacen pecar de autoridad  a su cercano o amigo, convirtiéndose en parásitos que se contagian y multiplican. Por ello, al desaparecer los líderes naturales, quedaron los artificiales y por allí se ha ido todo: países, doctrinas y la vida institucional del estado que tanta falta hacen en el mundo de hoy.

 

DC / Luis Acosta / Articulista

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