“Vete, que te andan buscando para matarte”. La llamada de uno de sus excompañeros de trabajo le cambió la vida para siempre. Un frío intenso le recorrió el espinazo; el temor y la ansiedad se apoderaron de él. “Ahora qué hago, para dónde voy”. Le informaron que tenía 30 horas para desaparecer, las cuales debía aprovecharlas bien, porque de ello dependía su vida.
Luis Guillermo Parra Navas se desempeñaba como inspector de la División de Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), adscrito a la Brigada de Acciones Especiales (BAE) de la sede principal en Caracas. Con más de 15 años de experiencia, se sentía orgulloso de su profesión.
Parra relata que durante el mes de diciembre de 2016 fue testigo de órdenes ejecutadas contra ciudadanos inocentes por parte de sus compañeros de trabajo y superiores. Su formación humanista, de hombre de fe y de respeto a la dignidad humana, le hizo cuestionar el accionar de estas personas que forman parte de ese organismo de investigación.
“La oposición venezolana tenía pautada su agenda de protestas en el país, la Guardia Nacional debía reprimirlas a como diera lugar. Si en algún momento aparecía una muerte del lado opositor, por orden de los jefes debíamos alterar la escena del crimen y colocar los elementos comprobatorios haciendo parecer que la muerte fue causada por ellos y no por los cuerpos de seguridad”, contó Parra.
Compungido, expresa que la cabeza le daba vueltas, porque no podía entender que se había formado para proteger y perseguir el delito, no para cometerlo y afectar a personas inocentes.
Dijo que como hombre de principios rechazó de manera pública aquellos actos que violaban la Constitución y a la institución que juró defender con su vida. “Me acusaron de traición a la patria y me destituyeron de mi cargo y tuve que huir de Venezuela”.
Colombia, un paso a la libertad
Luis Guillermo Parra Navas tuvo que poner en práctica todo lo aprendido durante sus años como agente especial para poder salir de Venezuela. Comentó que luego de pasar muchas vicisitudes pudo llegar a San Antonio del Táchira; sabía que su tiempo se le agotaba y tenía al Cicpc detrás de él para capturarlo.
Una trocha por el río entre Colombia y Venezuela significaba salvar su vida. “Cuando estaba cruzando por el río me para un GN, pensé que era el fin, pero logré convencer al guardia de que era un bachaquero e iba a comprar comida al vecino país. Le di dinero y me dejaron ir, pero yo sabía que detrás de mí venían en persecución mis compañeros del Cicpc”, comentó.
Al llegar a Colombia divisó una patrulla de la policía que se encontraba en el lugar. Rápidamente los abordó, se identificó y les contó lo que le sucedía. Los funcionarios lo acompañaron hasta la oficina de Inmigración, lugar donde relató todo su infortunio. “Me trataron amablemente, me tomaron las declaraciones y corroboraron mi historia. Me escoltaron hasta el Terminal de Pasajeros en Medellín, donde tomé un autobús hasta la ciudad de Turbo”.
Cinco horas en lancha tuvo que transitar para llegar al poblado de Sapzurro, último asentamiento colombiano frontera con Panamá. Le tocó caminar durante tres noches y cuatro días para acercarse a Puerto Obaldía, donde le sellaron el pasaporte de entrada e ingresó sin mayor problema a Panamá.
Intentaron secuestrarlo en Panamá
Su llegada a Ciudad Panamá transcurrió sin dificultades, entre la nostalgia de haber dejado a su familia y la añoranza de regresar a la tierra que lo vio nacer, Venezuela. Pasados seis meses de adaptarse a la tierra que lo acogió, un día caminaba por un solitario lugar de la ciudad cuando tres individuos intentaron secuestrarlo.
“Fui interceptado por una camioneta de color negro, donde me intentaron secuestrar tres individuos, uno de color moreno con acento panameño y otros dos, indiscutiblemente eran venezolanos, policías o militares de mi país. Entre el forcejeo y la fuerza, logré escapar por esa vez”, contó el exfuncionario.
Aseguró que estuvo oculto hasta que decidió reunirse con la Policía Científica de Panamá y con el secretario del fiscal general de la República, donde hizo las respectivas denuncias del hecho. Luis Guillermo Parra actualmente se encuentra bajo la protección de la Cruz Roja Internacional, la ONU, Acnur y la Oficina De Atención Al Refugiado de Panamá.
“Siento nostalgia de la tierra que me vio nacer, de mi familia, vecinos, compañeros de trabajo y de mi Barquisimeto. Espero que Dios y la Virgen de Coromoto me den fuerzas para seguir adelante en medio de tantas vicisitudes y tragedias. Esta era mi vida, mi familia, mi hogar, mi país y me destruyeron todo, nunca más podré ejercer mi profesión en ningún país del mundo”.
DC | El Pitazo