Lionel Messi estuvo en Mónaco. Fue una de las principales figuras de la gala de la UEFA. Pelea por un premio que sabía que no ganaría, junto a Cristiano Ronaldo -finalmente el distinguido- y Gianluigi Buffon. Al Nº 10 azulgrana no le importa. Viajó para cumplir con la UEFA y con el Barcelona. Espera, en contraprestación, que su club cumpla con el equipo. Que no es otra cosa que cumplir con él. El núcleo duro del vestuario azulgrana está preocupado por la falta de refuerzos de jerarquía. Es una situación que avivó viejos recelos entre el grupo y la directiva, fría frente al adiós de Neymar, demasiado paciente a la hora de traer nuevos jugadores para cerrar el plantel de cara a la campaña 2017-2018.
La gran preocupación de los dirigentes del Barcelona era pactar la renovación del Messi. Y lo hicieron, el pasado 6 de julio. El club anunció con bombos y platillos el nuevo vínculo del rosarino. Sin embargo, falta lo más importante: El astro no estampó su firma todavía. Es un escenario que puso en alerta a los más escépticos. Sobre todo, si se le suma que Manchester City había anunciado la compra más cara de su historia a pocos días del cierre del libro de pases (la cláusula de rescisión es de 300 millones de euros).
La pregunta de por qué Messi no rubricó su contrato resuena cada vez con más fuerza. «Lo tenemos hablado y acordado. Estamos solo a la espera de fijar una fecha para la firma. La renovación de Leo está bien encaminada. Me sorprendería mucho que no se llevara a cabo», aseguró la semana Jordi Mestre -vicepresidente Tercero y responsable del Área Deportiva-, durante la presentación de Paulinho.
Consultados por LA NACION, en la entidad catalana dicen que todavía no se firmó la renovación por una «una cuestión de agenda». En el entorno del rosarino tampoco dudan de que Leo pondrá su rubrica en su nuevo contrato. Las palabras de Pep Segura, manager del Barcelona, insinuó que Messi quiere un vestuario más competitivo antes de fijar su compromiso por escrito. «Formalmente, las cosas están claras, pero este tema lo lleva el presidente. Messi es un ganador y hay que darle la ayuda pertinente para que vuelva a sentirse orgulloso de pertenecer al primer equipo», señaló Segura.
El Barça perdió fuerza competitiva la temporada pasada. En las últimas dos campañas se invirtieron cerca de 180 millones de euros en fichajes y sólo se consolidó Umtiti, que le birló el puesto a Mascherano. La mala gestión en la planificación deportiva sólo se sostuvo en el campo a partir de los goles del tridente, y los números abruman: entre Messi, Luis Suárez y Neymar gritaron 363 goles en las últimas tres campañas. El problema es que el Barça perdió al brasileño y, por ahora, Coutinho y Dembélé son solo expresiones de deseos.
Dortmund y Liverpool están muy firmes en su posición. No quieren ceder, saben que el Barça tiene 222 millones de euros (el traspaso de Neymar) en su cuenta bancaria. Sin refuerzos de garantía (el Barça sumó a Deulofeu, Paulinho y Semedo), el plantel mira con desconfianza a los dirigentes. Hay quienes interpretaron en Barcelona que la foto que colgó Messi en Instagram el pasado martes fue una suerte de pugna contra el presidente Josep Maria Bartomeu, después de que el club demandara al brasileño. Una sospecha demasiado aguda, si se tiene en cuenta que los jugadores tenían planificado esa reunión amistosa desde hace meses.
Hoy Messi se encontró con Bartomeu en Mónaco (viajaron en aviones diferentes). Es una buena chance para que el presidente converse con el Nº 10. No es el único frente abierto de Bartomeu, que seguramente habrá aprovechado la ocasión para hablar con los enviados del Dortmund y del Liverpool. El cierre del mercado está a la vuelta de la esquina (1 de septiembre) y el Barça todavía espera cerrar la compra de un interior (Coutinho), un extremo (Dembélé) y un central (Íñigo Martínez) y Messi sigue sin firmar. Demasiados interrogantes en un club, que hace tres años, conquistó el segundo triplete de su historia (Champions, Copa y Liga).
DC | La Nación