Mi papá decía que en una familia las cosas van bien hasta que se rompe el plato más preciado y bonito del hogar. La metáfora no hacía alusión a los platos donde mi madre nos servía la comida allá en El Batatillo, entre otras cosas porque pobre solo tiene platos de peltre, sino a los límites del respeto que deben prevalecer en una comunidad. Cesar Álvarez, mi padre, nos enseñó que “cuando se permite la primera mentira o falta de respeto, las siguientes vienen por añadidura y la relación se deteriora”.
Con el devenir del tiempo me he dado cuenta que la política, actividad que debiera ser la más hermosa del mundo, está llena de mentiras e hipocresías, hechos que por sí mismos, alejan a los buenos ciudadanos del manejo de la cosa pública. Para mantener firmes e independientes los valores y pilares conductuales de una organización, hace falta que sus líderes tengan y mantengan una conducta ejemplar y apliquen con firmeza criterios consistentes.
En 1969, el investigador Norteamericano, Philip Zimbardo, realizó un experimento llamado “Teoría de los Cristales Rotos”, a través de este, el también psicólogo intentó demostrar la forma como proliferan las conductas inapropiadas. Para ello, dejó abandonado en el Bronx, barrio de New York, un vehículo en estado de leve deterioro y con las puertas abiertas. En pocos minutos, comenzaron los actos vandálicos sobre el carro, dejándolo totalmente destrozado. La segunda parte del experimento consistió en abandonar otro vehículo similar en Palo Alto, California, un barrio rico, tranquilo y ordenado. Durante siete días el automóvil permaneció intacto pero Zimbardo, no conforme, tomó un martillo y le partió varios vidrios, de esta forma ponía en evidencia sus signos de abandono. A partir de ese momento los vecinos de Palo Alto se cebaron con el vehículo a la misma velocidad que lo habían hecho los habitantes del Bronx, dejándolo totalmente inservible.
El experimento anteriormente citado, dio lugar a la teoría de “las Ventanas Rotas”, elaborada por James Wilson y George Kelling: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué? Porque la ventana rota envía el negativo mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto. De igual forma, si en un país se toleran pequeñas faltas, comenzarán transgresiones mayores y los procedimientos que un día regulaban la convivencia se convertirán en obstáculos para el proceso de caos que recién se inicia.
Los gobernantes venezolanos parecen desconocer esta teoría. Caracas, por ejemplo, está totalmente abandonada, adornada por huecos con calles; alcantarillas sin tapas y llenas de basura; barandas deterioradas o eliminadas; autopistas sin luz y basureros por todas partes; mendigos durmiendo en las calles, orinados y defecados por todo el cuerpo; rateros y delincuentes por doquier, es decir estamos viviendo en el peor de los mundos. Por tal razón, me atrevo a sugerirle a mis colegas políticos, poner en práctica un consejo suministrado por el filósofo alemán, Immanuel Kant: “actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal”.
DC / Noel Álvarez / Coordinador Nacional de IPP-Gente / @alvareznv