“Si seguimos así, quedaremos raquíticos”, presagia José ante lo que parece inevitable: que la economía venezolana, con índices de un país en guerra, termine de colapsar por las sanciones de Estados Unidos.
AFP
Mensajero en una empresa de software, José Gallardo perdió 12 kilos en año y medio porque -dice- la plata no le alcanza. Un kilo de carne al mes es “el lujo” que se da con su esposa y cuatro hijos.
“¿A dónde vamos a llegar?”, pregunta Gallardo, de 46 años, y la respuesta es desoladora. El país con mayores reservas petroleras está al borde del default, hiperinflación, más escasez de alimentos y medicinas, y nuevas protestas, según expertos.
Poniendo sal a la herida, el presidente Donald Trump prohibió a los estadounidenses colocar nueva deuda de Venezuela y su petrolera PDVSA para presionar al gobierno de Nicolás Maduro a “restaurar la democracia”.
Previamente, Washington impuso sanciones financieras a Maduro y varios funcionarios, ejemplo seguido por Canadá.
Las medidas ponen en jaque al gobierno para hacer pagos a través de bancos corresponsales. Importaciones de comida, medicamentos y gasolina se han afectado.
Ello aumenta los temores de impago, pues entre octubre y noviembre PDVSA debe saldar unos 4.000 millones de dólares por vencimientos de deuda.
“La preocupación del mercado es que el país pueda tener esos fondos y no logre sacarlos. Caería en default técnico”, advierte Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica, para quien las sanciones tienen un “poderoso efecto reputacional”.
Sin perspectiva de repunte del petróleo -fuente de 96% de sus divisas- y con un déficit externo que analistas calculan en 12.000 millones de dólares para 2018, a Venezuela le esperan días difíciles.
Su deuda externa asciende a 100.000 millones de dólares y tendrá que pagar 8.018 millones en intereses en 2018, según la firma Aristimuño Herrera & Asociados.
“Eso pone al gobierno al borde del default”, estima Oliveros.
El recorte de importaciones podría ser máximo de 3.000 millones de dólares, “a menos que esté dispuesto a no traer comida y permitir un colapso del sector petrolero”, añade, al recordar que Venezuela también importa gasolina.
Las importaciones cerrarán este año en 12.500 millones de dólares frente a 59.339 millones de 2012, según el economista César Aristimuño.
Esas compras también estarían comprometidas, por lo que Oliveros cree que el gobierno intenta migrar a pagadores en China o Rusia.
“La apuesta es generar un caos que fuerce la negociación o el quiebre del gobierno”, opina Oliveros, escéptico de que Pekín o Moscú -aliados de Caracas- arrojen un salvavidas.
La debacle no solo es consecuencia del derrumbe del precio del petróleo a menos de la mitad desde 2014, sino también de la caída de la producción: 22,9% desde 2008 hasta los 1,9 millones de barriles diarios (mbd) de hoy, según la OPEP.
La economía, mientras, redujo su tamaño de 400.000 a 120.000 millones de dólares en el último cuatrienio, según consultoras.
El gobierno dejó de publicar índices en 2016.
La inflación, en tanto, cerrará 2017 entre 1.100 y 1.400% -lejos del 720% previsto por el FMI-, entrando a un “ciclo hiperinflacionario”, según Ecoanalítica.
“Son indicadores de un país en guerra”, alerta Oliveros.
La hiperinflación, explica, surge al perderse la confianza en la moneda: el bolívar se devaluó 96,3% en el último año frente al “dólar negro”, referente en medio de la sequía de divisas y del control de cambios del gobierno.
Con reservas de 10.000 millones de dólares, “la gente sabe que el bolívar no vale nada”, apunta Oliveros.
Analistas opinan que este sombrío panorama forzó al gobierno a buscar un diálogo con la oposición, pero avizoran más conflictividad tras protestas que dejaron unos 125 muertos entre abril y julio.
“No podemos esperar otra cosa que mayor malestar social y nuevas protestas”, prevé el politólogo John Magdaleno.
El ingreso de José Gallardo -superior al mínimo- equivale a 21 dólares en el mercado negro, cuando un kilo de arroz cuesta un dólar. Su pérdida de poder adquisitivo ronda 40% este año, a pesar de que Maduro aumentó cuatro veces el salario.
La industria funciona a un tercio de su capacidad y la mitad de las importaciones privadas se realizan con “dólar negro”, nueve veces más caro que el oficial, disparando los precios.
José espera que Trump no deje de comprar petróleo a Venezuela: 750.000 bpd, prácticamente los únicos que generan flujo de caja, pues el resto se exporta a Rusia y China, en pago de deuda, y al Caribe a precios preferenciales.
“Estaríamos fritos”, dice José, quien este mes sumó el queso a sus privaciones