Horas después de que el Ejército tomó el control en las calles de la capital, Harare, y detenido a varios ministros y a su presidente, Robert Mugabe, la incertidumbre reina en Zimbabue, un país dirigido por las manos de este mandatario desde su independencia del Reino Unido en 1980.
El nonagenario presidente, visto por muchos países occidentales como un dictador impenitente, se encuentra al borde de perder el poder tras ejercerlo durante más de tres décadas.
A su 93 años y en medio de rumores de golpe de Estado, Mugabe, que había anunciado su intención de presentarse a las elecciones del próximo año para cumplir su octavo mandato presidencial, se encuentra junto a su familia en arresto domiciliario, según algunos medios, mientras otros afirman que salió del país.
Pero sea como sea y tras 37 años en el poder, parece que sus horas como presidente zimbabuense están contadas. La imagen de Mugabe se ha ido transformando con el tiempo, al pasar de ser visto inicialmente como un héroe de la independencia a ser acusado de recurrir al fraude electoral y a la represión de los opositores para mantenerse en el poder.
En el proceso electoral de 2008, al menos 200 seguidores del opositor Movimiento por el Cambio Democrático (MDC) fueron asesinados y miles de personas torturadas en una ola de violencia que sumió al país en una profunda crisis. Entonces Mugabe subrayó que «solo Dios» podía apartarlo del poder.
Pero la entrada en escena de los militares se produce en medio de una crisis abierta entre Mugabe y el jefe del Ejército, Constantino Chiwenga, tras la destitución, la semana pasada, del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, durante mucho tiempo considerado como su delfín, pero también considerado por otros como el más posible sucesor del actual mandatario, al igual que la primera dama, Grace Mugabe, de 52 años, a la que los expertos apuntan como directora de las purgas para allanar su camino hacia el poder.
La carrera política de Grace comenzó oficialmente el 6 de diciembre de 2014, cuando fue electa presidenta de la división femenina del partido gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabwe–Frente Patriótico (ZANU-PF).
Nacida en Sudáfrica, se casó con Mugabe, 40 años mayor que ella, en 1996. Al principio alejada de las cuestiones políticas, se la conocía más por sus desenfrenados viajes de compras o por controversias como la denuncia de un fotógrafo británico que aseguró haber sido golpeado mientras intentaba sacarle una foto en Hong Kong. Otros incidentes similares se repitieron en Singapur, Malasia y Sudáfrica.
Hasta que, con el progresivo debilitamiento de Mugabe, comenzó su ascenso en las altas esferas de poder del país africano, llegando a chocar de frente con el vicepresidente. El enfrentamiento llegó a tan alto nivel que en octubre la Primera Dama tuvo que negar públicamente haber intentado envenenarlo después que éste se enfermó durante un mitin en agosto.
«No se trata de una toma del gobierno por militares», aseguró el general Sibusiso Moyo al leer una declaración transmitida en vivo por la televisión estatal. «Queremos asegurar a la Nación que su excelencia el presidente (…) y sus familiares se encuentran sanos y salvos, y que su seguridad está garantizada».
La proclama castrense intervino poco después de que se escucharon disparos en los alrededores de la residencia del mandatario en Harare. «Nuestro objetivo son criminales de su entorno, que están cometiendo crímenes», dijo el general. «No bien cumplamos con nuestra misión, esperamos que la situación regrese a la normalidad», agregó el militar.
Chiwenga había ordenado el lunes pasado que «se parara» la purga del partido ZANU-PF, en el poder, tras la destitución de Mnangangwa, un respetado veterano de la guerra de independencia, advirtiendo que los militares podrían intervenir.
«La actual purga que claramente está apuntando contra miembros del partido (…) debe parar inmediatamente», declaró Chiwenga en una rueda de prensa a la que asistieron unos 90 militares de alto rango en las oficinas del ejército en la capital. «Debemos recordarles a quienes están detrás de estos chanchullos desleales que cuando se trata de proteger nuestra revolución, los militares no dudaremos en intervenir«, afirmó.
La reacción del general se entiende por las fuertes conexiones que este mantiene desde hace varios años con el vicepresidente destituido, tras este haber ocupado el cargo de ministro de Defensa.
Chiwenga afirmó que el partido gobernante había estado infiltrado por personas que están tratando de destruirlo desde dentro y que la actual purga había sumido en una crisis al país.
EFE y AFP