La censura en la Unión Soviética fue un fenómeno persuasivo de presión ideológica estatal que tuvo vigencia a lo largo de toda la historia de ese país, aunque con ciertos altibajos. Hubo dos períodos de relajamiento: el primero, después de la muerte del dictador Iósif Stalin y el segundo durante la política de apertura implementada por Mijaíl Gorbachov.
“La Gran Revolución Socialista de Octubre” puso fin tanto a la censura zarista como a la burguesa. La censura en la Unión soviética era de un carácter totalmente diferente a la de los Estados burgueses occidentales. Quienes estaban al frente de la Gran Enciclopedia Soviética señalaban que este nuevo medio de comunicación era un órgano del Estado socialista, cuyo propósito era evitar que los secretos militares y estatales aparecieran impresos y que además sirviera para prevenir la publicación de materiales que pudieran dañar los intereses del pueblo comunista trabajador.
Aunque no figura en una clasificación de los denominadas infracciones de prensa, el delito de opinión pública es una realidad del mundo jurídico, así como de la vida política y social. Surgió por primera vez en la República Dominicana durante la ocupación militar de los Estados Unidos de 1916-1924, cuando mediante orden ejecutiva se estableció la prohibición de publicar informaciones que hicieran referencia a la Revolución bolchevique.
En días recientes, el gobierno venezolano conmemoró, con una marcha, el centenario de la Revolución de Octubre, el golpe de estado protagonizado por Lenin y los bolcheviques que cambió la historia de Rusia y del siglo XX. Muchos nostálgicos de las glorias soviéticas rememoran el comienzo del imperio comunista más sanguinario de la tierra. Otros, a quienes les tocó pagar con cárcel, destierro o censura el establecimiento del totalitarismo, realizan acciones para recordar la terrible herencia del régimen comunista.
Los bolcheviques “quisieron abolir la explotación y la opresión del hombre por el hombre pero terminaron creando la maquinaria de explotación y opresión jamás vista en la historia de la humanidad: el totalitarismo». Esto lo explica en el prólogo de su libro Lenin y el totalitarismo el intelectual sueco, de origen chileno, Mauricio Rojas. Con el golpe de Estado de Lenin se inicia, en palabras del autor, la larga fase contrarrevolucionaria, «un período de violencia sin precedentes, guerra civil, terror de masas, hambrunas, epidemias y migraciones masivas».
«¡No necesitamos una república parlamentaria! ¡No necesitamos otro Gobierno que no sea el del soviet de diputados obreros, soldados y campesinos!», dijo el propio Lenin al regresar a Petrogrado desde su exilio. «Ahorquen a los campesinos ricos, hombres ricos, chupasangres. Publiquen sus nombres. Quítenle todo su grano. Designen rehenes. Háganlo de manera tal que lo vea la gente, a centenares de verstas a la redonda «, ordenó Lenin a menos de un año de la conquista del poder. «El comunismo tenía un proyecto insensato: rehacer al hombre ‘viejo’, el antiguo Adán y le salió bien… Quizá fue la única cosa que le salió bien», llegó a decir la periodista Svetlana Aleksiévich. «Estamos llenos de odio y prejuicios. Los hemos heredado del Gulag y de la guerra horrible que libramos. De la colectivización, de la eliminación de los agricultores propios, las deportaciones de pueblos enteros. Así fue el socialismo y ésa es la vida que tuvimos», dice.
Para Mauricio Rojas, la principal enseñanza de la Revolución de Octubre es que «se puede amar a la humanidad en abstracto y despreciar a los hombres en concreto». Luego agrega: «comprendí que la bondad extrema del fin puede convertirse en la maldad extrema de los medios, que la supuesta salvación de la humanidad puede realizarse al costo de sacrificar las vidas de incontables seres humanos».
DC / Noel Álvarez / Coordinador Nacional IPP-GENTE / @alvareznv