La realidad venezolana es dantesca, dramática y espeluznante; lo digo porque está relacionada, nada más y nada menos que con la “muerte”. Nuestro pueblo se está muriendo de hambre, de tres comidas en el día que se hacían en la mal llamada 4ta república, hoy, en 18 años de gestión comunista, solo se realiza una y a medias. El desabastecimiento de los productos fundamentales para la dieta diaria cada vez se acentúa más y lo poco que se logra conseguir cuesta un “ojo de la cara” ya que la inflación corroe en incrementos decrecientes el mísero salario que se obtiene de una relación de trabajo. Los venezolanos, según el CENDAS, necesita para poder satisfacer de manera mínima sus necesidades familiares de la cantidad de Bs 5.950.000,00 (72$) y un 80% de los trabajadores del país solo detenta un salario de 456.507,44 (5,56$); esto a las claras demuestra, en una economía totalmente dolarizada como la nuestra, donde los productos son importados, que nuestras carencias se radicalizarán y el hambre además de convertirnos en miserable nos llevará de manera inevitable, mientras el engendro esté en el poder, a la muerte.
Nuestros niños se están muriendo en los centros de atención pública por desnutrición y por no haber en los mismos los medicamentos que puedan evitarlo. Todos los días leemos en los medios de comunicación las noticias de la muerte de ellos en todos los estados de nuestro país; pareciera que fuera normal en nuestra cotidianidad. Los enfermos que acuden a nuestros hospitales por enfermedades renales, hepáticas, de difteria, malaria (ambas erradicadas en nuestro contexto territorial desde la década de los 40 del siglo XX), diabetes y otras, saben que su travesía por ellos es larga y penosa; siendo lo más seguro la muerte, las carencias de insumos y medicinas es casi total. Emigrar a otras latitudes es su esperanza.
Los “pobres viejitos” engañados hasta el cansancio por el “comandante eternamente enterrado”, no consiguen aliento de vida cuando les pagan los emolumentos correspondientes de la pensión; además de la protesta que tienen que hacer cada vez que acuden a una entidad bancaria para el pago en “efectivo” tienen que permanecer hasta tres días para convertirlas en realidad, muchos se mueren en las colas por la desidia oficial. Estos jubilados y pensionados la “muerte” los acompaña a cada momento; de que manera ellos pueden resolver su
problema de hambre y de enfermedad si solo reciben cada vez que cobran 2$. Es bueno señalar que en la IV los jubilados y pensionados solo recibían para entonces el 65% del salario mínimo (nunca el barril de petróleo pasó en todo ese período de los 14$, siendo el promedio en los 40 años de democracia de 6.89$) y sin embargo, el promedio de la pensión del IVSS giraba en torno, en el peor de los casos, en 600$ mensuales y no había el hambre que existe en la actualidad; se conseguían todos los medicamentos y los hospitales y los entes de salud cumplían con sus funciones constitucionales de brindar atención integral a todos los ciudadanos del país; cuestión que acabó la revolución comunista encabezada por el “muerto de cera que yace en el museo de la montaña”, (a pesar de que contó con un barril de petróleo por encima de los 100$), y por el engendro heredero que lo sucedió, por mandato del Fidel y de Raúl, en el ejercicio del poder.
La muerte, no puede ser la filosofía de acción de un gobierno en cualquier parte del mundo; en Venezuela lo es; de allí la necesidad de cambios para consolidar a la “vida” como un deseo insoslayable de desarrollo y de progreso. Ante esta insolente gestión del engendro y del comunismo, tenemos el sagrado deber de decir ¡basta ya!
DC/Prof. Marlon S Jiménez García/Profesor Universitario/Marjimgar54@hotmail.com