La justicia holandesa ha abierto una investigación para desentrañar los detalles del suicidio de Slobodan Praljak, el exgeneral bosniocroata que ingirió este miércoles un veneno en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Cómo llegó la sustancia letal a sus manos, quién se la proporcionó y por qué no fue detectada a tiempo por los servicios de seguridad, son las tres incógnitas que deben despejar los fiscales de La Haya, sede del tribunal. Praljak rechazó enérgicamente que los jueces de apelación confirmaran la pena de 20 años de cárcel impuesta en 2013, en primera instancia, por crímenes de guerra contra los musulmanes bosnios. Puesto en pie, bebió agitado una pócima que acabó con su vida en el curso de las dos horas siguientes. De momento, se barajan múltiples hipótesis y no se descarta a nadie, desde visitantes a familiares o conocidos, e incluso miembros de su equipo de defensa. Cualquiera pudo haberle proporcionado el veneno.
Las medidas de seguridad del tribunal, y de la cárcel que Naciones Unidas alquila en Scheveningen, el distrito costero de La Haya, para estos presos, son similares. Cuentan con arcos detectores de metales, pantallas para observar el contenido de ropa y maletas, y el correspondiente cacheo posterior. Praljak y otros acusados, o convictos en proceso de apelación, conviven en la misma zona de la cárcel. Sin divisiones por etnias, reciben numerosas visitas. Una vez en el tribunal, suben de unas celdas en el sótano a la sala que les corresponda, y tienen contacto directo con sus abogados. Si unas pastillas o un líquido pasaron desapercibidos esta vez es algo que nadie se explica, por ahora. Praljak, que era también escritor y director de cine y teatro, se suicidó frente a las cámaras.
Otros dos reos lo hicieron en sus celdas desde 1994: dos serbocroatas, Milan Babic (primer presidente de la República Serbia de Krajina), y Slavko Dokmanovic, antiguo alcalde de Vukovar. El primero, Babic, estaba acusado de crímenes de guerra y murió el 5 de marzo de 2006. Según contó el TPIY entonces, a Babic fueron a verle a las seis de la tarde de aquel día sin que hubiera mucha novedad. Media hora después, cuando volvieron a comprobar, estaba muerto.
El otro caso, Dokmanovic, con crímenes de guerra y contra la humanidad en su contra, murió el 29 de junio de 1998. A las once y media de la noche de aquel día, Dokmanovic fue visto con vida por un guardián. Pocos minutos después, su celda se quedó en la más absoluta oscuridad, lo que Dokmanovic posiblemente logró provocando un cortacircuito con una maquinilla de afeitar eléctrica. Media hora más tarde hallaron su cuerpo balanceándose.
A estos dos casos se une el impacto que tuvo en el proceso judicial el fallecimiento en 2006 del expresidente serbio, Slobodan Milosevic, aquejado de hipertensión. El tribunal concluyó que Milosevic murió por causas naturales.
Los fiscales holandeses guardan silencio sobre la muerte de Praljak, y la Sala 1 del tribunal, donde ocurrió todo, está precintada para su revisión forense, la prensa croata publica toda clase de versiones sobre la muerte del que considera un “mártir de la patria” —este jueves, el parlamento del país ha guardado un minuto de silencio—. En particular, se centran en la supuesta lentitud de los servicios médicos proporcionados por el TPIY para atender a los procesados de las guerras de los Balcanes. En La Haya, testigos presenciales que contemplaron este miércoles lo ocurrido, una vez Praljak hubo tomado el veneno y fue sacado de la sala de vistas, han señalado a este periódico que los paramédicos le atendieron allí mismo. “Pero la ambulancia tardó una hora en llegar y pasó otra más hasta que fue llevado al hospital (Haaglanden Medisch Centrum, en La Haya)”. Si bien han pedido que se respete su anonimato, los mismos testigos aseguran que “vieron sangre y gritos de dolor del protagonista, que se retorcía”.
DC | Agencias