“cogollocracia hoy llamado diálogo”
La crisis del Estado Venezolano, se encuentra asociada a la crisis económica estructural, a una creciente ingobernabilidad, golpeada por el despilfarro y una economía maltrecha, ante un voraz endeudamiento improductivo, sustentador en la práctica de una corrupción generalizada y una ineficacia en todos los ámbitos de funcionamiento del Estado.
Con la caída del muro de Berlín y el posterior derrumbamiento inesperado del comunismo en Rusia. Se habla en definitiva del fin de la historia, pero también se piensa, con menos vehemencia y nostalgia, sobre el fin de las utopías. Toda esta literatura descansa sobre el ya descompuesto y corrupto cadáver del comunismo.
Ahora bien, pocos han querido cargar sus lápices hacia los espacios complementarios de esta “crisis mundial”, entendida no como un hecho tenebroso, sino como tendencia hacia los grandes impulsos de cambio y de reforma estructural que demanda la sociedad política venezolana, sobre la decadencia, hoy después de la muerte del comunismo, de la propia sociedad capitalista y democrática. Muerto el comunismo, ya ni su fantasma ritualizado, puede ser utilizado como pretexto fácil para justificar los déficits estructurales de la democracia, acumulados durante los últimos cuarenta y ocho años, como consecuencia del dominio internacional de la llamada guerra fría o confrontación Este-Oeste. Se ha comprobado, el sabio aforismo de Churchill, de que la democracia es hasta ahora el sistema político menos imperfecto.
La crisis del sistema político venezolano, se encuentra asociada, a la sobrecarga del Gobierno y a la crisis de legitimidad de sus dirigentes, la pérdida de la identidad y la verdad; cogollocracia hoy llamado dialogo, un centralismo asfixiante, el distanciamiento grotesco entre el ciudadano y el poder de las élites políticas, la falta de mecanismos de participación de la ciudadanía y gestión de los problemas propios de su localidad, acompañada de la crisis del Estado del Bienestar. Escoltado, con la creciente disociación entre gestión pública y demanda de los consumidores.
Se observa el agotamiento de ciertas fórmulas tradicionales, frente a un electorado que se identifica más con un discurso pragmático que pregone eficacia y dureza para resolver sus problemas inmediatos y cotidianos, frente a discursos ideológicos trasnochados, aburridos y repetitivos que encuentran rechazo unánime por parte de los grandes colectivos desilusionados.
Lo cierto del caso es que, el Régimen, recurrió a la “estrategia del shock”, que reside en una conmoción estructural de la economía, hoy nos encontramos, en peor circunstancia que otros países, que recurrieron a procedimientos más convencionales y lentos, pero orientados a los mismos fines, liberalización de la economía, libertad a la actuación de los factores del mercado, acompañados con ajustes tecnocráticos en el aparato de gestión pública. La recuperación de estos países no llevó a una quiebra democrática, o a un estado de inestabilidad institucional, como el caso Venezolano.
El juicio final para ciertos demócratas ficticios y revestidos de falsos ropajes democráticos está cerca. Se proyecta en una nueva mentalidad democrática que pugna por nacer para anunciar una sociedad gobernada por los ciudadanos. La era posmoderna es la era de la pos democracia centralista, herencia totalitaria de un mundo edificado sobre la subestimación y desprecio por la inteligencia y participación de los ciudadanos en la administración de sus propias utopías realizables, la plena libertad y una democracia descentralizada y eficiente.
DC / Dr. Johnny Galué / Abogado, Político / @COOTUR