Recobramos la significación de una de las jornadas más importantes y aleccionadoras de nuestro historial republicano, aunque la presente dictadura diga de otra fecha que, ciertamente, fue de la felonía. Volvemos la vista atrás, deseando recuperar los ideales y el testimonio de coraje de los venezolanos que nunca se arrodillaron, por bastante tiempo obviados por las heroicidades y gestas de un inflamado siglo XXI.
Para 1957, la oposición organizada se encontraba en un estado de postración, pero supo sintonizar prontamente con las protestas espontáneas y populares frente a un régimen que, en su afán de plebiscitarse, pintaba a un país de ilimitadas prosperidades. Faltaba muy poco para recibir el impacto de las restricciones voluntarias a las importaciones petroleras por Estados Unidos y la deuda gubernamental se agigantaba, cundiendo nuevamente la represión descarnada que convirtió a la Seguridad Nacional y a sus agentes, en tristes celebridades.
Hubo un esfuerzo por hallar una salida pacífica y constitucional a la situación que, además, apenas sugirió la idea de un “diálogo insólito” con el gobierno, pero las realidades se impusieron e, hirviendo por dentro, prosperaron las logias o células secretas al interior de las Fuerzas Armadas que esperaban por un mejor momento. No hubo más remedio que confrontar a las camarillas del poder y, lejos de aceptar cualesquiera invitaciones a La Orchila para conversar y, muchísimos menos, solicitarle algún contrato o ayuda, como el reconocimiento de algún partido, sobró el ánimo y la voluntad de combatirlas.
La Junta Patriótica fue la suma de una profunda vocación política, complementadas las antiquísimas y novísimas experiencias para un oficio de responsabilidad con el país, sin pestañar siquiera a la tentación de un narcisismo incompatible con todo el talento que se tenga o diga tener. Además, oficio que se validaba con el oficio mismo, en el convincente desempeño de tareas que dejaron el espectáculo para una dictadura que se desmoronó.
Podemos coincidir y discrepar con sus posturas actuales, pero nunca desconocer el valor que representa Enrique Aristeguieta Gramcko, el único sobreviviente de esa Junta. Por ello, nos hemos permitido proponerlo como Orador de Orden de la sesión que, suponemos, hará la mayoría dominante en la Asamblea Nacional con motivo de la particular fecha.
DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ