El ser humano siempre ha anhelado un mundo mejor, lamentablemente ha dejado en unos pocos la tarea de construirlo, pero es más preocupante que una sociedad en crisis cifre las esperanzas en un “mesías” para solventar sus problemas, ya que en la mayoría de los casos en que eso ha ocurrido, ha sido peor el remedio que la enfermedad.
En toda lucha por el cambio es necesario definir una táctica y una estrategia. Son asuntos de la táctica, el análisis de las condiciones objetivas y subjetivas, que permiten establecer la vía para el logro del objetivo, si es la electoral, la violenta o una combinación de ambas; en nuestro caso, ese objetivo se sintetiza en derrotar la dictadura; y la estrategia está signada por el modelo de sociedad y el proyecto de país que se persigue construir. Son dos asuntos estrechamente vinculados.
Sin caer en la subestimación o el desconocimiento de las vías distintas a la electoral, tenemos que asumir que, en los últimos años, han sido los procesos electorales los que mayor participación han tenido, si no, veamos como en medio de la hambruna, la campaña inducida por algunos sectores, que pescan en río revuelto y movidos por la antipolítica y la ilusión mesiánica, ha logrado crear una matriz de opinión favorable a Lorenzo Mendoza.
Claro, la opción mesiánica, es compresible, el país sufre una tragedia donde nada funciona, estamos al borde de la histeria y la locura; a ello se agrega la conducción errática del actual liderazgo opositor y las frustraciones que han ocasionado los intentos fallidos por derrotar al régimen. Además, los ciudadanos se arriman a la alternativa que le genere esperanzas, y en este caso, hace un traslado automático, de la condición del gerente empresarial exitoso al plano político. Dejando velado que no es lo mismo gerenciar una empresa en medio de un clima constructivo, de gobernabilidad, de orden y disciplina, que gobernar un país destruido e ingobernable, que se encuentra en medio del caos, la anarquía y de una crisis humanitaria.
Ahora bien, este asunto no se puede despachar a la ligera, lo prudente no es el rechazo a priori, o el respaldo a ciegas. Puede haber muchos argumentos a favor, pero las experiencias en las soluciones mágicas, han sido negativas; al alimentar esperanzas en un salvador, se echa a un lado el protagonismo y la organización del pueblo y se crea un ambiente donde, hasta la protesta y la lucha por el cambio, desaparecen. Otro gallo canta, si la gente, en plenitud de conciencia, ubicada en la perspectiva de la táctica, asume esa o cualquiera otra candidatura, desechando la ilusión de un “salvador”, despejando las posiciones oportunistas y aislando a los promotores de la política de la antipolítica.
Esto pondría el debate en otra dimensión, dejaría claro que no se trata sólo de derrotar al régimen, sino de acabar con todos los vicios inoculados y con los enclaves autoritarios y violentos creados; que no son las virtudes de un líder, lo que propicia el avance y progreso de una sociedad; que es necesario construir una fuerte organización popular, promover la cultura del vivir democrático, diseñar un programa de gobierno consensuado y contar con un liderazgo comprometido, que lo encarne con autenticidad.
DC / Ing. Golfredo Dávila / Secretario General de Vanguardia Popular en el Zulia / @golfredodavila