El 27 de septiembre de 2017 murió Omar Mendoza, un paciente de 65 años de edad que pesaba menos de 35 kilos. El Pampero es uno de los centros de salud que están bajo la administración de la Gobernación de Lara y mantiene a 23 hombres y 38 mujeres recluidos.
La escasez de comida comenzó en 2016, cuando aún era gobernador Henri Falcón, pero después de las elecciones regionales, en diciembre pasado, en las que ganó Carmen Meléndez, el desabastecimiento de comida empeoró. En noviembre del año pasado asumió la directiva Tania Patiño y, desde entonces, la nueva cooperativa encargada de distribuir comida lleva menos alimentos y no se come carne ni pollo. Las donaciones de personas particulares se han restringido.
Desde la muerte de Mendoza el hambre ha agravado cada una de las enfermedades de base que los médicos han diagnosticado a estas personas. En octubre murió también Mario López y el 10 de enero falleció Arcangelina Molinet.
En octubre del año pasado, cuando empeoró la escasez de comida en el psiquiátrico, se pesó a cada uno de los pacientes. En diciembre, en promedio, cada uno había bajado entre 6 y 10 kilos.
En lo que va de mes se sumaron dos muertes más: Sonia Reyes y Ana Pineda.
Cada una de las personas recluidas come tres veces al día, pero la porción les cabe en la palma de la mano. Desde hace una semana el único alimento son frijoles y sopa de auyama. En meses anteriores los pacientes hacían tres comidas al día, merendaban a mitad de mañana y comían un pan a las 8:00 pm cuando se tomaban el último medicamento del día. Ahora no prueban un bocado desde las 4:00 pm hasta las 8:00 am, cuando pueden desayunar.
“Los psicofármacos pegan mucho en el estómago. Me dicen que un paciente hombre se desmayó con hipoglicemia porque no come bien. Él solo decía que tenía hambre”, cuenta uno de sus empleados.
La Patilla