Carolina González murió de hambre. A las 5.00 de la mañana del lunes 30 de enero dejó de respirar. Su pequeño cuerpo reposaba en uno de los seis chinchorros que cuelgan de unos troncos que sostienen el techo de su casa que tiene apenas tres paredes de latas de zinc.
Carolina González murió por desnutrición. Tenía siete años y su estatura era de 112 centímetros aproximadamente, el mismo de una niña de cuatro años. Su peso era deprimente. A mediados de diciembre pesaba 13 kilos.
Murió por no tener qué comer. Hoy viernes su cuerpo cumple cinco días dentrode una pequeña urna de madera ubicada en el centro del ranchito donde vivió con su madre, seis hermanos y su sobrino en el barrio San Antonio del Caño de la parroquia Idelfonso Vázquez, al oeste de Maracaibo.
La pequeña no caminaba desde principio de enero. Todo el día lo pasaba durmiendo en su
hamaca. Su cabello amarillento empezó a caerse y era visible la calvicie en su cuero cabelludo, como síntomas de una desnutrición severa.
Desde el viernes no quiso probar bocado de lo único que su madre, Mística Rosa González, le ofrecía: chicha de maíz sin azúcar o arroz de piquito con cebo.
“Se le veían todos los huesitos. Estaba triste. Ya no quería comer, no se movía ni nada. Lloraba pasito y poquito, ya no tenía fuerza. Yo estuve sentada al lado de su chinchorro hasta que dejó de respirar”, contó la mujer de 48 años y de la etnia wayuu, mientras se tapaba la cara para llorar por el deceso de la penúltima de sus 12 hijos.
El cuerpo de la niña fue preparado para ser velado por cuatro días. En el ataúd está desnuda y ya su cuerpo está negro, el poco cabello que tenía también se oscureció y un líquido blanco sale de su pequeña nariz. El temor por la descomposición está latente.
La funeraria Santa Cruz le ofreció el servicio fiado gracias a la intervención de un vecino, pero para poderla enterrar debe cancelar al menos la mitad del contrato. 20.000.000 de bolívares le exigieron por la urna de madera, dos jarrones plateados sin flores, una cortina rosada, 30 sillas plásticas y el traslado para sepultarla en el cementerio público Guareira.
Desde el lunes los hermanos de la niña salieron a pedir dinero, pero solo reunieron 500.000
bolívares. “El señor de la funerario me dijo que le diera 8.000.000 en efectivo pa’ poderla enterrar, pero no tenemos. No sé qué voy a hacer con mi muchachita. Yo no quería que se muriera”, repitió González.
Carolina recibió asistencia médica el 22 de diciembre, cuando su madre la llevó hasta el
ambulatorio La Victoria. Los médicos le dijeron que estaba desnutrida y que pesaba, entonces, 13 kilos.
“Me dijeron que le hiciera arepitas con queso y jugo de mora, que atendiera bien a los muchachos, que hay que alimentarlos bien. Pero yo no tengo como comprárselo”.
En su cabeza aún retumba las peticiones de la niña por comida: “Ella me decía: Mami, tengo hambre; mami, quiero pan, pasta, y yo lo le decía: No tengo cobres pa’ darte comida. También me decía: Mami, echale azúcar a la chicha, y yo no tengo cobres para compra azúcar”.
Segunda hija fallecida por hambre
González no habla de los padres de sus hijos y al ser consultada se limitó a decir: “Yo soy mamá y papá”. Trabaja en la limpieza de algunos apartamentos en Delicias. Le pagan 20.000 bolívares diarios y gasta 5.000 en pasajes.
En el ranchito de zinc no tienen agua, lo poco que cocinan lo hacen en leña y sus necesidades la hacen en un terreno enmontado.
La mujer tuvo 12 hijos, de los cuales siete viven con ella, dos con unos familiares en Ciudad Ojeda, uno con una vecina y dos están muertos por la misma causa: desnutrición.
Carolina es la segunda de las hijas de Mística que murió por no tener una buena alimentación. Isabel González falleció en julio de 2017 cuando tenía seis años y pesaba siete kilos. Estuvo recluida en el Hospital Chiquinquirá, donde se confirmó su deceso. “Nunca pensé que mis hijos se iban a morir de hambre”.
Carolina e Isabel eran las menores. Su cuadro de alimentación es diferente al resto de
los hermanos que viven con Mística: María Cristina (22), Paola (19), Abraham (14), Domingo (13),José (12), Caren (11) y Rosa (9).Ninguno va al colegio ni saben leer.
– ¿Por qué ellos no están desnutridos?
– Porque ellos van al centro a trabajar vendiendo bolsas y a pedir, y ahí hay gente que les da comida. Menos Abrahan que trabaja por aquí (por su casa) cuidando unos chivos y le
pagan 90 bolívares semanales.
El dinero que consiguen a diario lo reúnen para al menos comprar un kilo de arroz de piquito en Bs. 40 o un kilo de maíz para hacer la chicha. “Solo comemos eso”.
Denunció que no recibe la bolsa de comida a través del CLAP. Desde junio, la familia González vive en el barrio San Antonio del Caño, cuyas carreteras son trillas de arena y sus habitantes son pobres en su mayoría. “Solo me dieron la bolsa en julio y después no me la quisieron dar. Ellos como que creen que yo no tengo barriga y que como puro viento”.
La negativa del Consejo Comunal de beneficiarla con la bolsa inició luego de que votara por el opositor Juan Pablo Guanipa como gobernador de Zulia en las elecciones del 15 de octubre. “Yo quería que esto cambiara pa’ que nos fuera mejor”.