Resulta que la Antigua Roma no solo tenía filósofos, gladiadores y teatros. Los romanos dejaron después de ellos muchos misterios, y jamás nos enseñaron algunas de sus tradiciones en las clases de historia.
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En la Antigua Roma, se bebía la sangre de los gladiadores asesinados. Se creía que de esta manera la persona recibía la fuerza vital. Algunos de los autores romanos describen cómo después de las peleas de gladiadores recogían la sangre de los combatientes caídos para venderla como un medicamento. Los romanos creían que la sangre de los gladiadores podía curar la epilepsia.
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A pesar de que la esperanza de vida en promedio en la Antigua Roma era de 25 años, muchos romanos vivían hasta la vejez y podían presumir una esperanza de vida envidiable. Probablemente, la cifra 25 se vio influenciada por la muerte de las mujeres en parto, así como también por un nivel de mortalidad infantil alto. En promedio, los romanos no vivían menos que nosotros.
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Una hora romana podía durar desde 75 minutos modernos en verano hasta 44 en invierno. Lo que sucede es que los romanos se basaban en el sol. 12 horas diurnas empezaban con el amanecer, y después de la puesta del sol se contaban otras 12 horas nocturnas. Debido a que la longitud del día en invierno y en verano era muy diferente, la longitud de cada hora también podía variar. Por lo tanto, los romanos tenían mucha paciencia con las tardanzas y no eran muy puntuales.
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Los romanos tenían la costumbre de juzgar a la gente por su ropa, más bien, por su color. Solo existían dos opciones: todos los colores “naturales”, ya sea café amarillento o gris, procedían de la lana de borrego natural y, por lo tanto, se percibían como propios de ciudadanos humildes y de bajos recursos; mientras que los tonos rojo, violeta y verde se creaban de forma artificial, usando colorantes caros que se traían desde países lejanos, se consideraban una señal de riqueza y nobleza. Usar ropa de color púrpura se consideraba lo máximo.
© Paquius Proculus y su esposa. Acuarela de Pompeya, del siglo I, actualmente se exhibe en el Museo de Capodimonte.
En Roma se valoraba mucho la uniceja en las mujeres. Se consideraba una señal de gran inteligencia, por lo cual las damas que querían estar a la moda acudían a todo tipo de trucos para aumentar la densidad de sus cejas. Por ejemplo, usaban cejas artificiales hechas de lana de cabra. Para pegar una uniceja postiza, usaban resina de árboles.
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En la Antigua Roma existían los dentistas, y los romanos cuidaban mucho su salud bucal. Los arqueólogos incluso descubrieron una mandíbula femenina con dientes que tenían prótesis. Los científicos creen que este tipo de inventos dentales antiguos no solo se usaban para poder masticar bien la comida sino también para demostrar su riqueza porque solo las personas más adineradas podían darse el lujo de presumir la boca llena de dientes.
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En en imperio nacieron filósofos tan destacados como Séneca y Marco Aurelio. Aún así, muchos romanos eran hostiles a la filosofía. Desde el punto de vista de los romanos prácticos, estudiar filosofía con su enfoque en el mundo interior, hacía que la gente no estuviera bien adaptada a la vida activa y a servirle al país. Galeno, el médico de corte imperial, notó que los romanos consideraban la filosofía no más útil que taladrar las semillas de mijo.
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En el arte, muchas veces los generales se dibujaban luchando al lado de sus soldados. Sin embargo, por lo general, no participaban en las batallas. Ocupaban puestos de mando y dirigían el ejército desde una distancia para poder reaccionar mejor a lo que sucedía. Solo en casos excepcionales, cuando la batalla casi se daba por perdida, el general tenía que terminar con su vida o ir a buscar muerte a manos del enemigo.
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Desde finales del siglo I a.C., los emperadores romanos empezaron la tradición de consumir una pequeña cantidad de cada veneno que existía para intentar volverse inmunes a ellos. La mezcla de venenos se llamaba mitridatum en honor a Mitrídates el Grande, rey del Ponto, quien fue el primero en probar este método.
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Los romanos creían que tenían motivos contundentes para perseguir a los cristianos. Ellos consideraban que su imperio se basa en politeísmo. Pero los cristianos afirmaban que los dioses paganos eran demonios malvados o negaban su existencia. Si los romanos les hubiesen permitido propagar sus creencias, habrían enojado a sus dioses. Aunque los romanos les daban la oportunidad a los cristianos de aceptar a sus dioses tradicionales y, de esta manera, evitar una muerte de mártires. Sin embargo, los creyentes no podían aceptar ese trato.
© Banquete romano, 1875. Roberto Bompiani
Los romanos adoraban tanto la opulencia y el exceso en todo que incluso iniciaron la tradición de provocarse el vómito durante sus fiestas. Según Séneca, los romanos comían hasta que no les cabía más comida y luego se provocaban vómitos para liberar su estómago y seguir comiendo.
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Las romanas se teñían el cabello. Inicialmente, el cabello pintando era señal de una mujer de vida galante, sin embargo, la tercera esposa del emperador Claudio, Mesalina, puso de moda el uso de pelucas de colores, y luego también la costumbre de teñirse el cabello entre la nobleza romana.
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Incitatus fue el caballo favorito del emperador Calígula. Según Suetonio, incluso se erigió una estatua de Incitatus de mármol y marfil, tenía vestimienta de color púrpura y adornos de piedras preciosas. Dion Casio dice que el caballo se alimentaba de avena mezclada con partículas de oro. Suetonio también escribe que Calígula planeó convertir a Incitatus en un cónsul. Tal vez de esta manera el emperador quería burlarse del senado mostrándoles que incluso un caballo era capaz de hacer el trabajo de un senador.
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Los romanos se bañaban a diario, sin embargo, no usaban jabón. En vez de eso, se frotaban con aceites y luego se los quitaban junto con la suciedad usando unos cepillos especiales.
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Los romanos usaban la orina humana para lavar la ropa. Los lavanderos llenaban un barril de ropa y luego le vertían la orina. Después de eso, una persona se metía adentro y pisaba la ropa con sus pies para “tallarla”.
DC / Curiosidades