No es cuento callejero el que la Semana Santa sea de verdad motivo de entrega espiritual, que se eleva más en cuanto la voluntad se recicle y se vuelve acercamiento a Cristo y su Iglesia para atinar realizar magníficas reflexiones. Desde jóvenes, pudimos observar esta actividad que hoy notamos desgastada a pesar de haber un aumento de la población. En efecto, el Domingo de Ramos se constituía en una alborozada presencia, mientras el Viernes Santo, de señorial recogimiento. La meditación sobre las siete palabras se escuchaba por todos las emisoras de radio locales; se cumplía el ayuno y abstinencia, cada quien por su lado, para acercarnos a Dios y el prójimo. Por otro lado, se izaba la bandera de la paz en las convivencias, actos públicos y, así, sentir la grandeza del Universo y la importancia de ahora en el concierto global. Estos días de Semana Santa son propicios para disfrutar los paseos, parajes y paisajes que la Naturaleza nos regala y, sobre todo, hacer empeño en los propósitos de enmienda, propósitos que se necesitan afincar con firmeza y regocijo para que lleguen plena y armónicamente a la vida humana y a la sociedad toda.
Pero, tenemos que agregar que, para el andar de estas causas de evidente necesidad, se precisa que la cosa pública y política se liberen del desgaste y abandono en que están sumergidas como un lastre hondo y pesado que no ha podido ser arreglado por los hilos y medios de la democracia, ni por los caminos institucionales mediadores que debieran conducir a que las partes se recojan y sean capaces de hacer una pelea política y personal con equilibrio y raciocinio para, de esta manera, dejar atrás las sanciones injustas, los gobiernos sin leyes y los pueblos en armas. Por cierto, los gobiernos en todos los rincones de la vida pública y doméstica, tanto popular como la más organizada, deberían ser los órganos más importantes para todos, al punto que el burgo afirma que “si el gobierno lo hiciera bien, nunca perdiera una elección”. Sin embargo, lo hacen tan mal, y por esta razón, andan en apuros ante el problema de la alternancia, la gran virtud del sistema democrático escogido que, como decía Churchill, “es el menos malo de los modelos de convivencia social y político conocidos”. Los gobiernos debieran percatarse de que de su labor gubernamental cordial y agradable, depende la diaria complacencia del colectivo. En efecto, una atención educada, rendidora, informada y de dedicación sobre los servicios domésticos tranquiliza el ánimo y da fortaleza, amén de que facilita la penetración del trabajo en las urbanizaciones y barriadas. Por ejemplo, sabemos que hay escasez de agua y de insumos de necesidad única y de uso frecuente pero no se puede explicar la razón de estos problemas cuando se tiene al lado de la ciudad un reservorio de agua dulce con el que se pueden surtir hasta los estados vecinos; tales, el Lago de Valencia y El Lago de Maracaibo. Una solución total ha debido de lograrse como lo hicieron en las pequeñas Aruba y Curazao; o en grande, como en Ámsterdam, que decidieron resolver las faltas de terrenos y del agua que usan para determinados servicios, necesitados para seguir desarrollando su país y enfrentaron esa realidad y la ganaron con éxito entrelazando ideas y dinero, tal cual las posibilidades de Venezuela. Entonces, de que sirve controlar el 90% de las alcaldías del país si las premisas principales y elementales no funcionan, o no se logran, o peor, siendo los alcaldes tantos, a pocos se les ve el rostro a la hora de los pedidos o exigencias del conglomerado que protesta y cuya única repuesta es agarrarlos presos sin saberse por qué.
Entonces la Semana Mayor les está exigiendo más cordura y sentido común, más atención con las gentes y los pueblos. Es necesario misionar el servicio del aseo y la electricidad; ocuparse de las vías para los pueblos más numerosos y del transporte público, para enseñarlos a vivir en medio de una calidad de vida que provoque un crecimiento social adecuado, para que, por añadidura, los hijos de estos padres midan, sientan y les guste su alrededor doméstico y la educación en su hogar para un crecer paralelos y juntos hacia su porvenir y su visión de sociedad que produzca los ciudadanos del futuro para que tomen su rol con seriedad y afecto. En efecto, “nadie puede hacer bien lo que no sabe y los grandes maestros terminaron en la idea de que la vida es un aprendizaje continuo que termina con la muerte”. Por lo pronto, el hombre tiene que estar pendiente de lo poco que sabe y de lo mucho que le falta por aprender. Tanto es el compromiso ante la sociedad que el hombre y la mujer como centro de la humanidad y como compañeros creadores de los individuos y entre ambos tengan que sembrar con ellos y junto a ellos el camino para andar y triunfar.
Por cierto, cuando la línea de observación la ponemos en función del análisis honesto, notamos fallas conceptuales que corregir porque no se acercan a converger con las mejores ideas sino que se alejan, como es el caso de las resultas de las encuestas sobre el país. En efecto, por las edades no se unen ni coinciden las decisiones; por el género, no se notan igualdades en los deseos; por sus profesiones, se notan abismos en las relaciones y pensamientos de vida. En los partidos, y dentro de ellos los objetivos, no se acumulan simpatías ni votos para ninguna causa o efecto social. Al final, a los gobiernos solo les interesa mantenerse en el poder sin importar lo que han hecho y lo que han dejado de hacer. De pronto, todos tienen razón en las decisiones por aquello del “libre albedrío” pero todos lucen alejados de la conformación de una unidad que se dirija al confort de la República y sus habitantes. Volvemos a repetir y recordar que: cuando el país está bien, todos estamos bien y, desde luego, cuando todos estemos mal es porque el país está mal. Ahora bien, si el 51% del país no está de acuerdo con lo que se está decidiendo y la decisión sigue estando en manos del gobierno, entonces esta anarquía necesita que el Nazareno de San Pablo, La Divina Pastora, La Virgen de Chiquinquirá y la Virgen de Coromoto se unan en esta Semana Santa para ser la fuerza que dirima la verdad en la oposición, el gobierno ceda y el concierto electoral se desarrolle en plena legalidad y sin ventajas.
DC / Luis Acosta