Se acabó el partido de Andrés Iniesta (Fuentealbilla, Albacete; 33 años) como azulgrana, el encuentro de su vida, el duelo que le ha valido el reconocimiento universal del planeta fútbol y el cariño de todos cuantos aprecian el balón. Educado, sobrio, respetuoso, sencillo y también competitivo como pocos, el 8 del Barça cierra porque quiere su etapa –“una era”, que expuso el presidente Josep Maria Bartomeu- en el Camp Nou tras 22 años -16 en el primer equipo- de fútbol de salón, con frac y corbata, porque con sus conducciones y facilidad para descontar rivales y entenderse con sus compañeros ha conquistado 31 títulos que en este fin de semana pueden ser 32 con la consecución de una Liga que difícilmente se le escapará.
De buena mañana, Iniesta reunió a la plantilla en el vestuario, también al cuerpo técnico y a los trabajadores de la ciudad deportiva. Con lágrimas, les dijo adiós, hasta otra, porque ya no se veía en el Barça. Recibió aplausos y palmadas, también abrazos y todo el cariño. Unas horas más tarde, tras el entrenamiento, se abarrotó la sala de prensa de la ciudad deportiva como nunca, ni siquiera en las previas de Champions.
Reservadas las dos primeras filas para el Barça, pronto desfilaron los auxiliares del cuerpo técnico, también el área deportiva encabezada por el director de fútbol Pep Segura y el secretario técnico Robert Fernández, además de Jan Urbano. Se sumaron poco después la directiva con el director de las secciones profesional Albert Soler, el CEO Óscar Grau y el vicepresidente deportivo Jordi Mestre, y más tarde el presidente Josep Maria Bartomeu o el responsable del área de fútbol Javier Borda.
De todos ellos, sin embargo, no se acordó Andrés Iniesta, sino que siempre habló del club en general, y de los técnicos, afición y jugadores en particular. Precisamente, toda la plantilla –incluido Samper- quiso estar en su adiós, a excepción de Messi y Luis Suárez. “Por motivos personales”, indicaron desde el área de prensa azulgrana, aunque su ausencia afeó un poco el acto. No le debió, sin embargo, importar demasiado a Andrew –como le conoce la plantilla y no Don Andrés como le bautiza la prensa- porque sí que le acompañó toda su familia –padres, mujer, hijos-, sus seres queridos y parte del equipo de comunicación y representación. Acto seguido, tomó la palabra.
El discurso
Después de 12 palabras, se le cayó el mundo encima. “Buenas tardes a todos. Esta rueda de prensa es para hacer pública…”, se arrancó. Pero se entrecortó, se le llenaron las cuencas de los ojos de lágrimas, titubeó y le temblaron hasta los labios. “…La decisión de que esta temporada es la última”. Apenas podía articular discurso, afectado por la carga emocional del acto y de sus palabras, de una decisión que toma porque quiere, porque rompe un contrato vitalicio con el Barcelona cuando todavía es titular, hasta el punto de que hoy en día no hay partido importante en el que no se cuente con su presencia como defendieron de palabra y actos Luis Enrique y Valverde, los dos últimos inquilinos del banquillo azulgrana. Ya no será así.
“Es una decisión muy meditada a nivel interno y familiar. Tras 22 años aquí sé lo que significa ser jugador de este equipo”, articulaba con dificultad al tiempo que carraspeaba; “para mí el mejor del mundo. Sé lo que significa la exigencia de jugar año tras año, sé lo que es ser capitán de este club… Y siendo honesto conmigo mismo y con el Barça, que me lo ha dado todo, entiendo que mi etapa acaba este año por el simple hecho de que este club, que me acogió con 12 años, se merece lo mejor de mí como he hecho hasta ahora. En el futuro más cercano no podría darle lo mejor de mí en lo físico como en lo mental”.
Andrés se mordía el labio, miraba al vacío y contenía con dificultad el llanto. “Es un día muy difícil y decir adiós a mi casa y mi vida es complicado. Pero por naturaleza y ley de vida… No me perdonaría vivir ninguna situación incómoda en el club. No me la merezco y el Barça tampoco”. Más lágrimas a la vez que jugueteaba con la botella de agua, sorbía por la nariz y soltaba: “Buffff, complicado”. Agradeció a los compañeros, el club y la afición su respeto y cariño, también a su mujer e hijos el apoyo. “Si hubiese imaginado acabar mi carrera aquí, la forma hubiera sido esta. Sintiéndome útil, importante, titular, con opción de ganar títulos y con las sensaciones positivas que he tenido durante este año”. Y agregó: “Si no estoy para dar lo mejor de mí al club que me lo ha dado todo no sería feliz”. Instantes después, la sala al completo se arrancó a aplaudir porque pocos jugadores consiguieron tanto afecto.
“El club y yo nos lo hemos dado todo”
El adiós a Iniesta es un reconocimiento a su entrega, a su juego, a su profesionalidad, pero también a su tesón porque a Rexach le costó horrores darle la alternativa, algo que no negoció Van Gaal porque siempre creyó en la cantera, influenciado como estaba por su paso por el Ajax, pero que aceptó más tarde que pronto Rijkaard, que le buscó acomodo de extremo cuando siempre se reivindicó como medio. Pero le sobró paciencia –y quizá hasta le faltó ponerse de morros porque la grada le reclamó desde un inicio- porque la titularidad se la ganó con trabajo y con buen fútbol, tras años de brega.
“Vine con 12 años, dejé a mi familia porque entre ceja y ceja triunfar aquí. Costó un poco pero no me importó porque mi único deseo era ese”, explicó antes de señalar que se quedaba como momento mágico el debut en Brujas en 2002, por encima del recordado y festejado tanto al Chelsea en 2009 que valió para alcanzar la final de la Champions y luego el laurel. “El Barça y yo nos lo hemos dado todo. Estoy aquí y me siento orgulloso, en paz conmigo mismo. Mi único objetivo era triunfar en este club y lo he conseguido. No hay nada que me haga más feliz”, resolvió. Y volvió a justificar su marcha: “Es mi momento. No quiero engañarme ni engañar. Cumpliré 34 años y me he exprimido al máximo, me he dejado el alma por el equipo y club y ha llegado el momento. Me conozco y de aquí en adelante todo iba a costar más”.
Fue una despedida amarga porque con su marcha se marchita el escudo y se echa el cierre a una época dorada del Barça que inició junto a jugadores referenciales como Valdés, Puyol y Xavi, que dejaron una huella imborrable, acaso continuada por Piqué y siempre mantenida por Messi. “Se irá Iniesta, el Barça seguirá jugando bien y ganando. No tengo dudas. Se queda gente de la casa como Busi, Piqué, Sergi Roberto y gente con mucho tiempo como Rakitic y Alba… Están capacitados para continuar con este legado”, convino. Y Messi. “Para mí ha sido y sigue siendo un honor y un privilegio compartir equipo con él, día a día, tantos momentos mágicos porque no hay otro como él. Veo muy difícil que lo haya. Siempre he dicho que Leo es una parte fundamental para que este equipo opte a ganar títulos. Ha sido único y mágico”, destacó.
Ahora parece dispuesto a irse a China, al Chongqing (club que dirige el presidente del Granada), que le ha hecho una oferta multimillonaria. “Hay cosas por hablar, por cerrar. No competiría nunca contra mi club, por lo que todos los escenarios que no sean Europa pueden ser. Ya sabremos el lugar cuando acabe la temporada”, despejó como pudo. No era el día de decir dónde seguirá sino de cerrar una etapa con honores. “Me gustaría ser recordado como un gran futbolista y como una gran persona”, zanjó. Acabadas las preguntas, la sala volvió a irrumpir en un aplauso prolongado, pero eso ya no le llegó a sus oídos… Se había marchado con más lágrimas, también con los corazones culers.
Así transcurrió en directo la rueda de prensa
DC | El País