El hispano-brasileño Diego Costa, seguramente en su mejor partido desde su vuelta al Atlético de Madrid, resolvió ante el Arsenal (1-0) e impulsó a los suyos hacia la final de la Liga Europa, un hito histórico del club, que puede culminar el curso con un título, reseñó EFE.
El estadio Metropolitano se encendió con su equipo y vivió este jueves su primera noche mágica. Después de 27 partidos, el flamante recinto madrileño estalló, tal y como había solicitado el ‘Cholo’ Simeone en la previa, en apoyo de su equipo en un duelo tras el que el Atlético se clasificó a una nueva final europea, la undécima de su historia y la octava con el argentino como técnico.
El combate respondió a lo esperado. Tenso, eléctrico y con un ambiente espectacular, pero con poco fútbol. A cara de perro entre dos equipos ansiosos por un anhelo. El Atlético, rabioso por el sufrimiento a que fue sometido en la ida en Londres, y el Arsenal, necesitado como nunca de un triunfo balsámico que le situara en el envite definitivo del 16 de mayo, en Lyon.
Pareció el Arsenal intimidado por el tremendo escenario del Metropolitano y tras unos primeros minutos de acoso rojiblanco, pero con el paso de los minutos el partido se fue pareciendo al de la ida.
El Atlético, con Simeone fuera del banquillo por su expulsión en el Emirates, y con el clásico 4-4-2, sabía que era el Arsenal el que debía marcar para vislumbrar Lyon. Por eso, decidió esperar, incluso, demasiado.
Porque el Arsenal, otra vez endeble en defensa, se hizo con el centro del campo, parcela en la que Jack Wilshere y el gales Aaron Ramsey, con el suizo Granit Xhaka por detrás, filtraban balones con asiduidad a Mesut Ozil, Danny Welbeck y el francés Alexandre Lacazette, referencia en punta de los londinenses.
El Atlético, impetuoso y con sobredosis de adrenalina insuflada desde la grada, no quería el esférico. Sólo pretendía la velocidad al contragolpe, con el peligro constante de Diego Costa, la bestia negra del conjunto de Arsene Wenger.
El hispano-brasileño tuvo su ocasión en el minuto 7, en una muestra de a debilidad defensiva del rival. Costa se fue del francés Laurent Koscienly, lesionado y sustituido por Calum Chambers poco después, con gran facilidad, pero su disparo se marchó fuera.
El Arsenal sufría cuando no tenía el cuero y generaba mucho peligro cuando lo poseía. Y lo tuvo mucho en el primer acto, en el que se hizo dueño de la sala de máquinas. El lateral Héctor Bellerín fue un puñal por la banda derecha y el francés Lacazette una amenaza constante para los rojiblancos.
Un disparo de Koke con la zurda desde una esquina de área que salió rozando el poste del colombiano David Ospina y otro posterior de Antoine Griezmann hicieron soñar al Atlético con el tanto, que llegó en el minuto 48. Diego Costa, dentro del área, aprovechó una perfecta asistencia de Griezmann para hacer el 1-0 y provocar la explosión de la grada. Un gol que resolvía una primera parte mala, pero vibrante.
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El gol de Costa reafirmó al Atlético, que había sacado oro de su rácano juego en el primer tiempo, en su táctica. No querían los locales arriesgar y volvieron al alambre, y era consciente el Arsenal de que debía dejarse todo por el tanto.
Otra vez el fútbol rápido de los rojiblancos chocaba con el toque de los londinenses. Un toque insulso e inquietante que obligó a Jan Oblak a lucirse. Antes Aaaron Ramsey había perdonado lo que parecía el empate a uno.
El partido se descosió con el paso de los minutos y el Atlético encontró sus momentos, siempre con Diego Costa como peligro constante. El punta arrastró a los defensas rivales cuando y como quiso y se marcó un partidazo, posiblemente el mejor desde su regreso.
Costa fue una pesadilla para el Arsenal. Tanto que terminó fundido y solicitó el cambio. En el minuto 83 fue sustituido por Fernando Torres con una ovación clamorosa desde las tribunas. El Metropolitano explotó de nuevo en ese momento.
El Atlético aguantó hasta el final con garra e ímpetu. Hasta que el árbitro señaló el final. Entonces estalló la fiesta porque otra final está en el horizonte y el público lo celebró a lo grande.
DC | EFE