La imagen corporal y el cuerpo perfecto ocupan actualmente y desde hace ya varios años un tema central en la vida diaria de las mujeres. Hemos crecido escuchando hablar de dietas para adelgazar a nuestras amigas, madres y abuelas; hemos escuchado hasta el cansancio la frase “ESTOY GORDA” y como luchar para alcanzar el cuerpo ideal. Pero… ¿qué es el cuerpo ideal o perfecto? ¿Quién tiene el poder de estigmatizar cuando una mujer es atractiva o un cuerpo es armónico?
Como Cirujano Plástico recibo a diario una gran cantidad de consultas para abordar este tema, contamos en la actualidad con una gran cantidad de recursos, tantos quirúrgicos como tecnológicos para poder mejorar la imagen corporal, pero cada vez se hace más inalcanzable la meta, siendo éste el verdadero problema que nuestra sociedad está atravesando.
Cuando analizamos un poco la historia moderna podemos ver cómo ha evolucionado o “involucionado” el concepto de belleza corporal en nuestro país. Si bien el cuerpo delgado siempre ha estado ligado a la concepción de cuerpo atractivo, esta delgadez ha ido variando en el tiempo llegando en la actualidad a niveles sorprendentes en donde una imagen de características cadavéricas puede ser considerada un modelo a seguir por nuestras jóvenes. Este concepto es fácil de interpretar cuando uno hace una simple búsqueda en internet bajo los títulos “mujeres de los años 30” hasta “mujeres del 2018”, en donde puede observarse como la imagen corporal ha ido variando en las campañas publicitarias, concluyendo que una mujer atractiva de los años 50´ jamás podría ser modelo de trajes de baño en el año 2018 por considerarse “gordita”.
Frente a esta nueva concepción de belleza corporal, ligada a la delgadez cadavérica y potenciada por aplicaciones para retocar fotos de las redes sociales donde ya nadie se muestra como es, nos encontramos actualmente los cirujanos plásticos, y es donde nuestra formación académica y principios éticos deben primar en nuestro trabajo.
La lipoaspiración, las abdominoplastías, la lipotransferencia, la criolipólisis y el resto de tratamientos disponibles no siempre logran cubrir las expectativas de nuestras pacientes, ya que las mismas escapan a las metas alcanzables o consideradas saludables, siendo habitual que las pacientes lleguen a la consulta con fotos de famosas en ropa interior o bikini “luciendo sus huesos como si fuesen curvas”, considerando que ese es un modelo a seguir o que a través de una cirugía plástica ese objetivo puede ser cubierto. Pero… ¿dónde conduce todo este proceso de cambio? No es muy difícil responder esta pregunta ya que la lucha por conseguir un cuerpo de aspecto enfermo es alcanzable solamente adquiriendo la propia enfermedad, dando paso a trastornos de la alimentación como bulimia y anorexia, o el Síndrome Dismórfico de las adictas a la cirugía plástica.
Ahora bien, ¿cómo podemos detectar cuando una paciente tiene un requerimiento o un objetivo peligroso que obviamente no podrá ser resuelto con una cirugía? Simple, escuchando e interpretando sus palabras, analizando su discurso y observando atentamente lo que ella describe como belleza. Cuando una paciente admira signos como: Un escote en donde no se observe relieve de las mamas y se marquen las costilla, unos brazos en donde se observe la unión del mismo con la clavícula, un abdomen excavado en donde la bikini deje ver el reborde de los huesos de la pelvis, unos glúteos que dejan traslucir la articulación de la cadera, una cara que resalte relieves como mandíbula y dientes aún con la boca cerrada, o creer que un pliegue de piel gruesa es grasa acumulada, debe ser considerada una paciente de riesgo y es responsabilidad del cirujano plástico conducirla hacia un tratamiento psicoterapéutico en lugar de conducirla hacia el quirófano.
Podemos concluir entonces que la cirugía plástica debe tener ciertas reglas que no sólo competen a las técnicas quirúrgicas sino también al ejercicio ético de la profesión. Podemos modelar el cuerpo y mejorar imperfecciones con el objetivo de alcanzar un cuerpo real, cómodo, atractivo y saludable en donde mantenerlo no sea una lucha constante entre lo que se debe o puede hacer, sin descuidar por supuesto el aspecto psicológico y social de nuestra paciente. Debemos acompañar las decisiones planteando siempre objetivos alcanzables para evitar frustraciones que puedan derivar en trastornos depresivos o trastornos de adicción a la cirugía plástica.
DC / DERF