Dos semanas atrás, los diputados de la Asamblea Nacional fuimos objeto de una nueva agresión de la Guardia Nacional Bolivariana, en nuestra propia y natural sede de trabajo. Decidida la entrada de la prensa que la unidad militar enquistada en el Capitolio Federal trató de impedir, sencillamente nos aprestamos a buscar a los reporteros y camarógrafos, suscitándose el insólito acto de violencia.
Una de las escenas de la agresión, la protagonizó el diputado Juan Requesens, quien, corajudamente, enfrentó a los hombres de la GNB que, no por casualidad, algo recurrente, suelen escudarse tras las mujeres. Estuvimos presentes en el lugar y, suficientemente videograbado y fotografiado desde los más distintos ángulos, está harto comprobado que uno de los efectivos de oliva le dio el fuerte codazo a la compañera que lo auxiliaba, pretendiendo inculpar al joven parlamentario.
La campaña oficial no tardó en focalizar su atención sobre Requesens y, mintiendo, hacerlo victimario de la dama de oliva. El ministro de la Defensa y la constelación burocrática del partido formal de gobierno, no ahorraron Tweed alguno para inculparlo y hacer de la histriónica visita al hospital, una oportunidad más para mentir, aunque sobran las evidencias de la verdad.
De una mentira a otra, al transcurrir los días, después del fraude masivo del 20 de los corrientes, Maduro Moros se presentó ante la tal constituyente para vociferar en torno a seis líneas de trabajo que, por cierto, urgen que él mismo alguna vez labore. Ha llamado al diálogo y a la reconciliación, con las cárceles repletas de presos políticos, agravando la persecución y represión de opositores y disidentes; tras veinte años del fracaso, insiste en una guerra económica, llamando a un acuerdo productivo por siempre traicionado que pasa por su desalojo del poder para así recuperar la propia condición de país petrolero que hemos perdido; haciéndose de palabras por él desconocidas (ética, minimalismo), estorbándoles a las mafias el burocratismo y la competencia corruptiva, no se hace responsable del masivo y furibundo latrocinio y saqueo del erario público; prosiguiendo con la estafa del llamado poder popular, tiene el descaro de versar sobre seguridad y protección social, salud, educación, vivienda, estabilidad laboral; entrega del Esequibo por delante, tiene por pretexto la lucha anti-imperialista a la vez que sigue los intereses y dictados cubanos; adjetivando el socialismo de las demoliciones, apunta a una novedad que ni por la jerga empleada aparece.
El régimen tiene por empeño la criminalización de sus opositores y adversarios, por siempre enfermiza. Al régimen no le apena ofrecerse a sí mismo como una alternativa, agotada toda imaginación, fundado en la brutal fuerza.
DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ