Décadas atrás, la más modesta agresión del gobierno desataba las furias universitarias. Y tratándose del presupuesto, hubo instituciones para canalizar las demandas, aguijoneando la polémica pública.
La izquierda marxista, la inaudita que pasó de la insurrección armada a replegarse en las universidades públicas y sus recursos, no aceptaba ni podía aceptar que se metieran con sus bolsillos. Alborotaba las calles, levantaba las banderas de la autonomía y estereotipaba cualesquiera diferencias que suscitara.
Hoy, las cosas son distintas. Esa izquierda inaudita y sus (i) legítimos herederos, ocupan a sus anchas el poder que lo tienen por propio y eterno.
Las universidades no sólo están en quiebra económica, carcomidas por la delincuencia común que las pasea a sus anchas, sino expone índices nunca vistos de deserción estudiantil y docente, amenazada la mismísima noción de universidad en Venezuela. Excepto que los controles, los gremios constituyen el frente enemigo por excelencia y cualquiera se rifa un carcelazo repentino, largo y algo más que incómodo, con el disenso, fuere estudiante o profesor.
Traicionadas las banderas universitarias, se afincan para liquidar cualquier referente autónomo de creación de conocimiento científico del que está urgido Venezuela. Empero, la universidad venezolana sigue en pie de lucha contra el poder establecido.
DC / Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ