Rajoy es altivo y alto. Por otro lado, serio, académico y talentoso. Pero no tiene el español pretencioso de Pablo Iglesias que además, es echón y vanidoso. Éste, como buen izquierdista y, alejado de su apellido, buscó el PSOE de Pedro Sánchez y, al encontrarlo, creció a costa de otros. Algo así sucedió con Didalco Bolívar. Su partido, Podemos, y su acercamiento con el gobierno: vio lo fácil, lo usó y allí se quedó.
Los problemas de Rajoy siempre fueron difíciles y afloraron con el “affaire” catalán. Sin embargo, sus últimos tres gobiernos, si se quiere, fueron exitosos y, en el actual, manejo más tranquilidad que tormentas. En efecto, a él, como Presidente de España, le tocaba mediar y no dejar afectar la unidad española. Por otra parte, nadie ha negado el valor de La Cataluña y sus intrínsecos valores como: ¡para producir el pan, hay que ser catalán! Pero, eso es un concepto mundial que no le daba a ningún sector el derecho a plantear “a forciori” la separación de la bella Barcelona del Estado español. Aun así, grupos numerosos se empeñan en su afán independentista los cuales lucen favorecer los casos personales e individualidades, pero no razones colectivas que afectan afectos y obras que no son necesarios y ni útiles para sacrificarlos después de recibir tanto de la Madre Patria española.
La otra razón no histórica pero si repetida en el mundo político, es la ocasión de optar por una alianza política iniciada entre Iglesias y PSOE de Sánchez y Zapatero, para sacar del puesto a Rajoy, tomar el poder y abrir el paso a un gobierno de tinte fallido sugiriendo la línea que se aleja de España y se acerca a Cuba, por no hablar de los agregados extranjeros conocidos. En otras palabras, la vía es la “puerta comunista” en vez de los caminos hacia lo positivo de la economía y vida española cuyo regreso exitoso, bajo la dirección de Rajoy, nadie puede negar.
Estas situaciones escandalosas de uniones y esas formas pseudo-políticas de ganar lo no ganado, tiene que acabarse en el mundo político y procesal, donde perfiles conformados con débiles pinceles democráticos dan fuerzas a ambiciosos políticos, groseros e indeseables, para que puedan, mediante maniobras y ventajas de excepción, disparar contra lo que va bien y tomar el poder, no bien ganado, para disfrutar, gozar, manejar, organizar y dirigir a su merced tal planes de vacaciones, turismo o premios ganados en sorteos de lotería.
Nuestro planteamiento y juicio político hacia el futuro y estas circunstancias tiene que ir disciplinado a no dar valor, ni cabida a “alianzas” con sumatorias de votos que cambian las estructuras y resultados originales de las urnas que dan fuerza a los peores votados para sustituir a los mejores votados como es el caso de España. En efecto, el PP ganó el 33% de la votación mientras el PSOE el 22%; Podemos el 21%; Ciudadanos el 13%. Otros, el 7%. Luego, los peores votados se unen y, no solo sacan al mejor votado sino que se adueñan de la Presidencia de Gobierno. De suerte pues, que en elecciones de pleno siglo 21 esto no debe suceder porque el elector poblacional quiso que el gobierno fuera liderado por el PP y Rajoy y no por factores divisionistas, sin reglas ni respeto, ni nada que se parezca a una acción democrática comprensible y decente.
No sabemos de qué forma se deben de manejar las leyes para que estos casos no se sigan repitiendo y, además, para provocar principios que acaben de una vez por todas con este tipo de alianzas que dejan mucho que desear para el respeto a los votantes y obligar a manejar los resultados electorales con el mejor espíritu moral y democrático que se aspira tener en cada ley. Recordamos a Simón Bolívar cuando sentencio: “Ninguna ley puede ir contra los intereses de un pueblo”.
DC / Luis Acosta