El jueves 26 de abril se cumplieron 32 años desde que en 1986 explotó el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, en lo que se considera el mayor accidente en la historia de la generación de energía nuclear. Una prueba fallida en la planta nuclear de la entonces Ucrania soviética provocó una fusión que emitió nubes de humo mortales de material atómico a la atmósfera, forzando a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares.
Oficialmente, afectó las vidas de unas 600.000 personas. Otras 220 mil fueron evacuadas después de los territorios contaminados de Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Sin embargo, “alrededor de 5 millones de personas siguen viviendo en las zonas contaminadas actualmente”, señalan algunos científicos. El mayor accidente nuclear de la historia de la humanidad ha creado un área virtualmente inhabitada para los seres humanos. La consecuencia derivada, al parecer, “ha sido un incremento en el número de ejemplares de la fauna local. Chernóbil es hoy un paraíso natural radioactivo”.
Tan sorprendente conclusión, ha sido alcanzada por un grupo de investigadores de toda Europa, publicada en la revista Current Biology, prueban “el progresivo crecimiento de las poblaciones de ciervos, lobos y osos de la Zona de Alienación, un área de varios miles de kilómetros cuadrados donde la presencia humana se ha reducido por el alto nivel de radiación”.
Jim Smith, uno de los autores del estudio, publicado en The Guardian, señala que “el accidente de Chernóbil demuestra algo que más o menos intuíamos, pero cuya certeza a esta magnitud nos era incierta: la presencia humana y su actividad económica es más nociva para la fauna que la mayor catástrofe nuclear de nuestra historia”. El accidente vació por completo a los pueblos cercanos. A cambio, lobos, osos, ciervos y caballos se han reproducido con tranquilidad, sin injerencias humanas.
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Desde 1986 hasta nuestros días, los investigadores han podido constatar que el número de grandes mamíferos presentes en el sur de Bielorrusia ha crecido. La región de Polesia, “nunca había contado con un elevado grado de desarrollo económico, zonas pantanosas y boscosas, pero fue parcialmente evacuada tras el estallido”. Los autores del trabajo constatan que la ausencia de seres humanos ha permitido que el número de ejemplares se haya disparado.
Todo ello habida cuenta de dos factores, dice el estudio de los biólogos, que podrían haber mermado su población. “Por un lado, el alto grado de radioactividad de la zona. Por otro, la ausencia de cazadores de ciervos y alces, piezas codiciadas por la calidad de sus cuernos. La exposición a la altísima radiación, la más alta de todo el planeta, no ha parecido tener efecto en el número de animales”.
Timothy Mousseau, biólogo que lleva años estudiando a los animales de la Zona de Alienación, junto con The New York Times visitó los alrededores de Chernóbil, y editaron un vídeo informativo. En él, Mousseau explica que animales como los pájaros o las arañas han desarrollado frecuentes tumores y mutaciones. Además, si bien su número total no ha disminuido, sí lo ha hecho su diversidad y hay menos especies de pájaros, por ejemplo.
Los insectos expuestos a la radiación desarrollan más manchas. Las arañas, al igual que en Fukushima, tejen telas erráticas. Y los troncos desarrollan capas de un color distinto al que tenían antes del accidente de Chernóbil. La radiación, como señala Mousseau, “es muy palpable en las poblaciones de la región”. En cuanta a las víctimas directas, la mayoría están enterradas en el cementerio Mitino en Moscú. Cada cuerpo está conservado en un ataúd de cemento, debido a su alta radiación.
DC / Noel Álvarez / Coordinador Nacional IPP-GENTE / noelalvarez10@gmail.com / @alvareznv