Se busca un gobierno saludable. Por Eugenio Montoro

Una máxima dice que los buenos gobiernos son como la buena salud pues no se sienten. Esto también implica que si se sienten ocasionando penurias a los ciudadanos son malos gobiernos. No tenemos que hacer esfuerzo alguno para catalogar al régimen que dice gobernar a Venezuela, como superlativamente malo tal como si tuviéramos pésima salud.

No importa donde usted se encuentre, el tema usual es el costo de la vida. Los precios de las cosas y servicios cambian a gran velocidad, pero siempre hacia arriba. “Ayer fui a comprar una bobina para el carro, me pidieron una grosería de millones. Seguí buscando mejores precios y nada. En la tarde volví al primer sitio. No me vas a creer ya había aumentado y aquí me tienes pelando bolas sin carro”. “Dora, te cuento, tenemos que ponernos a cultivar tomates. Saqué la cuenta y con dos kilos de tomates diario vivimos tranquilas. Dora, me estás escuchando?

Alguien debe tener la culpa de este despelote. Si le preguntamos a un economista dice que la emisión de dinero sin control y el control de cambio son los factores de mayor influencia en la hiperinflación, pero si le preguntamos a los mandones nos dirán que es consecuencia de la “guerra económica”. En medio de las opiniones está el ciudadano común que, cualquiera sea la verdad, es el que debe pagar el precio y sufre el problema.

Pero de lo que no hay duda es que el ruido que produce el tema de los precios es ensordecedor, extenso y angustiante para todos, por lo que deberíamos concluir que el régimen, de tanto hacerse sentir, es malo.

Un tema que también se hace sentir es el de la electricidad que todos los zulianos sufrimos, cual peste, con frecuentes y largos cortes. Otro, es el drama de la salud que causa decenas de muertes diarias por falta de dotación de medicamentos y logística y nada hace más ruido en el alma que el dolor de ver a los jóvenes abandonando a su País por falta de futuro.

Así que, por donde se le mire, este régimen es una máquina de infelicidad y, a falta de propósito de enmienda, es necesario cambiarlo por algo sensato. Decir que hay que cambiar al régimen es fácil pero después de probar todo lo que usualmente ha hecho caer a malos gobiernos en todo el mundo sin éxito, nos encontramos como en una inmensa llanura de incertidumbre sobre lo que debemos hacer en adelante.

Un conocido me asegura que la cosa está tan enredada que sin hacer nada se solucionará este malpuesto asunto, que la declinación en entrada de divisas es tan brutal que hasta los cubanos se van a regresar a su isla. Va a pasar algo así como los solitarios arbustos en las zonas secas que por alguna razón se prenden en fuego y se queman completos y luego, también solitos, se apagan y queda el esqueleto de las ramas principales.

Dentro de esta aventura inédita en que nos ha tocado vivir no deja de ser una interesante teoría, pero no nos debemos confiar y hay que insistir en darle unos buenos machetazos al arbusto venenoso y reemplazarlo por otro que de frutos.

Cualquier iniciativa para crear opinión en contra del régimen, hacer protestas, pedir ayuda internacional rema en la dirección correcta. Exigir la renuncia de Maduro, exigir elecciones, solicitar una intervención de cualquier tipo son acciones correctas y ninguna es mejor que otra pues los tableros de juego son muchos y hay que jugarlos.

En el pasado, cuando los rojos que hoy tienen el poder eran opositores, jugaban hasta en los tableros de la delincuencia. No era extraño que asaltaran un banco, secuestraran a alguien, atacasen algún puesto de seguridad, infiltraran organismos de seguridad y defensa y actuasen en clandestinidad.

Hasta ahora la oposición venezolana se ha mantenido dentro del juego democrático, pero no ignora que existen otros tableros.

Esperemos que suceda lo mejor.

 

DC / Eugenio Montoro – montoroe@yahoo.es

 

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