Es la Conferencia Episcopal Venezolana la que exige a los órganos de seguridad no reprimir y acompañar a la gente, y les demanda cambiar su actitud: “entiendan que estamos en momentos de grandes sacrificios y sufrimientos de nuestro pueblo, de sus propias familias, de sus hijos. No repriman, sino antes bien, acompañen a este pueblo que no tiene otra alternativa sino la de buscar ser escuchado en sus necesidades”.
Puedo decirlo a viva voz, estoy orgulloso de la claridad, contundencia y compromiso de nuestros arzobispos y obispos. Esta misma semana la presidencia de la Conferencia Episcopal se ha pronunciado “ante el deterioro de la justicia venezolana”, y reclama que “quienes se sienten con poder, están usando la única arma de los que no tienen razón: la violencia represiva. Para ejercerla están violando leyes, los articulados de la Constitución Nacional y los Derechos Humanos. Perseguir, someter y enjuiciar arbitrariamente, es el componente que se observa, mientras hay una multitud de pueblo que pide alimentos, medicamentos, luz eléctrica, transporte público, gas, sueldos dignos, detener la inflación. Pero nada de esto está ocurriendo; por el contrario, se quiere ejercer un control social y se promueve el quiebre de la disidencia”.
La última frase de la cita anterior es contundente y merece una reflexión: “se quiere ejercer un control social y se promueve el quiebre de la disidencia”. El gobierno, dentro de su concepción comunista y totalitaria, controla todos los órganos del Estado, se mete indebidamente en todos los ámbitos de la economía, ahogando la iniciativa privada, controla los medios de comunicación e intenta también controlar las vías alternativas, las redes sociales que operan a través de internet. Ahora el régimen podrido y decadente quiere ejercer un control social más estricto, al estilo cubano, manejar la familia y la información de cada uno de sus miembros. Pretenden seguir avanzando en la cartilla comunista de los Castro. Detenerlos es un imperativo que implica luchar contra el miedo.
El miedo es el instrumento fundamental en los regímenes totalitarios, utilizado para quebrar la disidencia. El Estado ejerce cada vez una presión mayor para controlar la sociedad y acallar las voces que se le oponen. El mundo ha gritado frente a la bofetada contra la dignidad humana que significa el brutal atropello contra el diputado Juan Requesens. ¿Quién grabó y puso a rodar en las redes el video con el que se pretende humillar al valiente joven? Por supuesto que el régimen, el propio SEBIN. No fue un funcionario indignado por lo que ocurría quien grabó el video y lo lanzó al mundo. Hay suficiente control y miedo para que nadie se atreva a hacerlo. Algunos argumentan, con cierta lógica, no pudo haber sido el gobierno, porque habría escupido sobre sí mismo, ya que ese video ha hecho que todos los organismos internacionales, las organizaciones de derechos humanos y el mundo en general critiquen a Maduro y a su régimen. Es verdad, es el precio que paga, pero para ellos es prioritario generar más miedo en la oposición.
Escuchamos a Requesens en la A. N. en un valiente y encendido mensaje de denuncia contra los atropellos del régimen, y al día siguiente era detenido, torturado, drogado, vejado y humillado. Me parece escuchar la voz de Maduro, de Diosdado o de Jorge Rodríguez preguntando: ¿quién es el siguiente?, ¿quién es el que ahora se atreve a seguir hablando contra el régimen? El gobierno paga el precio de un mayor desprestigio internacional, pero logra sembrar miedo que es el arma que hasta ahora le queda. Cuando el gobierno se atrevió a convocar inconstitucionalmente la elección de diputados a la constituyente, sabía que ganaría el reproche de la Unión Interparlamentaria Mundial y de todos los Parlamentos y órganos sociales y políticos del mundo, pero también se ganó un comodín, un órgano que mata la Asamblea Nacional, el TSJ legítimo y que, con el supuesto “poder originario”, posee “fuerza” para hacer lo que le viene en gana, de forma ilimitada en el espacio y tiempo.
La Iglesia hace bien al solicitarle, a la Fuerza Armada, no reprimir sino acompañar al pueblo. Es hora de darlo todo y de darle con todo. Es tiempo de vencer el miedo. La unidad del pueblo y la ayuda internacional constituyen los pilares fundamentales para el cambio. Luchemos en ambos sentidos. Superemos el miedo.
DC / Paciano Padron / Abogado UCV, Doctor en Derecho (La Sorbona, París) – Profesor universitario, autor del “Manual del Orador”/ pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano