La justicia necesita virtudes para impartirse y ética para no pervertir su aplicación en el camino a la libertad, máxima aspiración de toda sociedad justa. Su práctica es el ascenso en la vigencia de los derechos más universales de su condición humana y en tal sentido, este valor,no debe temer a represalias ni juicios políticos interesados en someterla, como deriva de la demagogia insubordinada; su principal obstáculo para la convivencia.
Un largo camino, recorrió la justicia para convertirse en herencia perdurable. Un camino para acabar con abusos, avasallamiento, sometimiento y explotación a la condición del hombre como ser libre desde el momento de la concepción y hasta su muerte.
Varios siglos atrás, se dieron las revoluciones de EE.UU. y Francia para consolidarla y sin embargo, los desafueros así como la distorsión de su aplicación no han desaparecido y persisten en sociedades gobernadas por regímenes autoritarios que experimentan serios retrocesos en la implantación de un modelo de gobierno basado en su observación para garantizarla.
Este autoritarismo, gobierna y prevalece en Venezuela bajo el régimen actual que salta reiteradamente la Constitución, contrariando la justicia y pretende asimismo, sojuzgar al ciudadano menospreciando su capacidad intelectual y su conciencia crítica. Pretende desplazarla por un soliloquio político de socialismo de aventura y no de s.XXI dada la improvisación y sus consecuencias para burlarse del ciudadano.
Los venezolanos, en la búsqueda de la libertad han experimentado actuaciones dramáticas y un prolongado sufrimiento que aparece en consideraciones políticas como caso inédito, cuando se examina a la luz de las preocupaciones internacionales en materia de violaciones de derechos humanos. Constituye lo más lamentable, la absoluta despreocupación para enfrentar respuestas adecuadas, como lo ha señalado recientemente, la Cancillería de Ecuador al anunciar su salida de la ALBA.
El gobierno en este desprecio al talante de nuestros ciudadanos, ha ejercido un control social perverso que conlleva a la atomización del pensamiento. Ha impuesto, mecanismos para aniquilarlo como ser pensante y sin rubor ni actos graduales los aplica. Va en su afán destructivo rápidamente a una situación de innegables y funestas derivaciones para la ciudadanía futura.
Ejemplos de esta pretensión de ruin actuación sobran. Queremos referirnos a las bolsas CLAP y el Carnet de la Patria. El primero, no podemos considerarlo programa social, dado su nivel de politización. Las ultimas, que se han entregado a costos que dejan atrás la condición de subsidio, contienen una carta de Dante Rivas, quien pide respuestas sobre la recepción. Allí, un perfecto mecanismo para identificar a los beneficiarios.
Las mismas, tienen menos productos y precios mucho más elevados, con marcas totalmente desconocidas, condición característica de la entrega.
Por otra parte, el Carnet de la Patria, se convirtió por decisión propia del gobierno, en burla constitucional y en un mecanismo de control que desplaza el válido documento de la cédula de identidad, conforme la normativa que lo rige.
El Carnet de la Patria, lo comparan con las Tarjetas de Racionamiento de Cuba para entregar comida y las miserias que determine el régimen antillano al sufrido pueblo. Acá, la ambivalencia con nosotros es perfecta. Los visos diferenciales sucumbieron. Y la copia fiel pretende destruir la capacidad creadora del venezolano para obtener mejores resultados.
Pero no han podido. En Venezuela quienes decidieron quedarse ante estas incontrolables salidas, le trastocaron la pretensión al régimen. Se convirtieron en excelentes emprendedores le han dado al país, un excelente puesto en cuanto estas,se clasifican. Los venezolanos aprendimos los valores y los arraigamos como dogma de vida cotidiana. También le sumamos; que no hay fortaleza mayor que la esperanza por el devenir histórico que nos corresponderá en breve. ¡Cosas que pasan!
DC / Eneida Valerio Rodríguez