El tratamiento de la crisis, en Venezuela y la defensa de nuestra soberanía e integridad territorial como financiera, no sólo han sido desafortunadas sino simple y llanamente ineptas. Lo mismo puede decirse del desempeño de unos indolentes mandos de nuestra Fuerza Pública y Fuerzas Armadas que seguro vendrán a justificarse diciendo que ellos son obedientes. Pero también es cierto que ellos tienen un entrenamiento y conocimiento que razonablemente les permite prever este tipo de amenazas para recomendar a las autoridades civiles las vías de actuación apropiadas, lo que al menos en apariencia, no han hecho dado a su larga como estrecha relación con los grupos que se aprovechan de estas actividades de sustracción del contrabando. Situación esta, que anuncia en agravarse con la resiente denuncia de los técnicos del Banco Central de Venezuela, al señalar que el Régimen comienza a adulterar los índices inflacionarios desde el propio Banco Central de Venezuela.
Pocas veces hallaremos obras oportunas y esclarecedoras para procurar saber a qué atenernos, para conocer las causas últimas de lo que nos está pasando en estos graves momentos. Que sean capas de iluminar las acciones a tomar, en medio de tantas perplejidades económicas que nos embargan. Pues no conviene olvidar que en el origen de esta gran crisis venezolana, se encuentra en la quiebra financiera en su triple dimensión, económica, estatal y familiar, que proviene en última instancia de un determinado sentido y concepción de lo que el dinero mal habido representa y significa para los acontecimientos futuros en el País.
Para un país como el nuestro, intervenido de facto, para una mejora de nuestro sistema financiero, me parece urgente recuperar el sentido del trabajo y la inversión para hacer pedagogía nacional, a sabiendas de que el principal problema político que seguimos teniendo es el pedagógico.
Dada la gravedad de la situación nacional en estas horas crepusculares que piden, al igual, que en la época de la crisis vivida en el periodo de la colonia, de nuevas formas de hacer las cosas, habrá que apelar a un cambio de nuestras élites político financieras ante el colapso producido por la corrupción aunada al chantaje que se hace a la población.
Lo que supone convocar a esas minorías serias y calladas, cuyo abandono hemos pagado tan caro, a la misión de detener la pérdida de nuestra rentabilidad, de una Venezuela enferma y rescatar el país en su dignidad, justicia y estima. Y ello, si no me equivoco, solo podrá hacerse desde una profunda regeneración democrática y económica, en cuya base esté precisamente un riguroso sentido reverencial de la inversión tanto en su uso como en su control.
Las implicaciones de las políticas monetarias en Venezuela, muy intervencionistas por cierto, han distorsionado de manera superlativa los mecanismos del libre mercado. Las soluciones presentadas al País, han consistido en socializar aún más los riesgos.
El problema es que las medidas adoptadas para restablecer la estabilidad han sembrando las semillas de otras burbujas a medio y largo plazo. Estas nuevas burbujas se encuentran en distintas fases que amenazan en estallar. Pero éste no es el único problema permanente que nos van a dejar estas medidas. El otro, es la quiebra de valores. No solo en la clase trabajadora, sino en las élites financieras, corporativas y políticas. La corrupción el fraude, abuso, desigualdad, injusticia, desconfianza es de tal naturaleza, que si queremos mantener la legitimidad social de la economía de mercado y la eficacia de las reformas y las políticas económicas, tendremos que reconstruir una política del bien común. Una política que reduzca las desigualdades, fomente la fraternidad y el sentimiento de justicia, para que sirva de sustento, entre los que «tienen» y los que «no tienen».
Ahora lo que está en cuestión son los valores, las reglas y las instituciones que deberán de regular nuestra economía.
DC / Dr. Johnny Galue / Abogado, Político / @COOTUR