Libardo Enrique Rivero Fernández, de 43 años, trabaja como vigilante en la empresa privada Lácteos Flor de Aragua, en el Sur del Lago de Maracaibo.
Desde la eliminación de los cinco ceros a la moneda y la modificación de los precios a los productos regulados, ha hecho cola cada día para poder comprar alimentos, excepto el domingo.
“Entro a mi turno a las 6 de la tarde y salgo a las 6 de la mañana y apenas recorro las primeras cuadras hacia mi casa, entro en la primera cola del día, a veces sin descansar y con el uniforme”, contó a El Pitazo.
Dijo que en los establecimientos comerciales donde exhiben los precios regulados tarda entre tres y cinco horas.
“Un día estuve desde las 4 de la mañana hasta las 3 de la tarde en Garzón para comprar arroz y harina para cinco días, cuando mucho; es una situación frustrante y desesperante”, comentó Rivero.
Afirmó que sufre somnolencia, ansiedad y dolores musculares tras las titánicas jornadas de compra de comida. Un día fue testigo de cómo una mujer en extrema pobreza hizo la misma cola por un kilo de arroz saborizado. “Me dio tanta lástima que se lo regalé”, añadió.
Rivero es padre de dos hijos y reside en el sector Juan de Dios González, en San Carlos, Zulia. Indicó que las recientes medidas económicas anunciadas por el Presidente Nicolás Maduro desataron caos, frustración y nerviosismo en los compradores, por lo que en los establecimientos cada día hay más y más gente adquiriendo productos regulados.
Me duele hasta el alma
Ólida Luisa Urdaneta, de 54 años, ha hecho diez colas en menos de cuatro días. Ella es ama de casa. Sus hijos trabajan y ella, que padece de artritis, se ve obligada a hacer largas colas. “A veces no aguanto los dolores, me duele hasta el alma, pero me pongo guapa, porque aquí quien no corre, pierde”, comentó sonriente y sudorosa.
Para llegar a los comercios con punto de venta electrónico debe trasladarse en motocicleta, que cuesta entre 3 y 5 bolívares soberanos. “A veces conseguimos cola o abordamos la buseta que hace la ruta cada hora y media”, añadió.
“Se hacen dos y tres colas diarias. Hace poco pasé todo un día para comprar un litro de aceite en 36 bolívares soberanos, porque al día siguiente no quedó ni uno solo”, dijo.
El mismo producto se consigue entre 80 y 100 bolívares soberanos en los establecimientos donde se incumplen los precios fijados en la Gaceta Oficial.
Bajo el inclemente sol, a temperaturas superiores a 38 grados centígrados Ólida compra dos kilos de harina de maíz, uno de arroz y, a lo sumo, sardinas y pasta. “El dinero no alcanza para nada y uno sale de cualquier cola agotado”, expresó.
Al llegar a su vivienda debe hacer los quehaceres y reinventar su rutina del día siguiente: seguir en una nueva cola para abastecer la despensa. Es madre de dos hijos y reside en el sector La Cordillera, en la parroquia San Carlos, capital del municipio Colón.
Sus nietas entibian agua para mitigar el dolor causado por las intensas horas de pie. “Debería estar sentada, porque parada me mata”.
Indicó que una persona debe dedicar más de medio día sólo a comprar. “Esta situación está cada vez más dura”, dijo mientras carga la bolsa con la comida que le permitirá subsitir los siguientes dos días.
Sólo la harina de maíz le alcanza para tres desayunos y una cena. “Si compro queso es otro colón, si busco el salado (carne o pollo) es mediodía más”, expuso a El Pitazo en la zona Sur del Lago de Maracaibo.
Indefensos
Deisy Josefina Luzardo, madre de siete hijos, también vive un calvario no sólo para comprar. “En mi caso, no tengo gas doméstico; debo cocinar en leña o en casa de vecinos, cargar agua, porque no nos llega desde hace meses. En las mañanas me armo de paciencia para ir a comprar en las largas colas”, dijo afuera de un supermercado donde compró alimentos para un solo almuerzo.
“Aquí en Santa Bárbara no hay controles de nada, la Alcaldía no hace nada. Tampoco la Sundee. A uno solo le venden un kilo de cada cosa y lo estamos pagando caro, porque los nuevos precios son el triple de los de antes de la reconversión”, explicó.
Habita en el sector Buena Vista, al sudeste de la parroquia Santa Bárbara, donde además de la escasez de alimentos, las bodegas no venden jabón para lavar la ropa. “Sólo trabajan tres de mis hijos y sólo el jabón en polvo pasó de 40 a 140 bolívares soberanos en menos de dos días y las autoridades no estuvieron allí para hacer nada”, lamentó.
Al igual que Libardo y Ólida, Deisy hace cola entre ocho y diez veces en una semana para comprar alimentos. Sus dolores en las articulaciones no se alivian después de comer, pues al día siguiente, cuando el hambre golpea su estómago y el de sus hijos y nietos, debe seguir de cola en cola para subsistir en la Venezuela de hoy.
DC – El Pitazo