Los brasileños votaban este domingo en un clima de tranquilidad que contrasta con la agresiva campaña que polarizó al país y dejó al ultraderechista Jair Bolsonaro como favorito para la primera vuelta.
Tras emitir su voto bajo fuerte protección policial en la zona oeste de Rio de Janeiro, Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), reiteró su expectativa de liquidar el pleito sin necesidad de segunda vuelta, prevista el 28 de octubre si ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos válidos.
«El 28, vamos a la playa», declaró el excapitán del Ejército, de 63 años, que el 6 de septiembre fue apuñalado en el abdomen durante un mitin de campaña.
Pese a su fuerte crecimiento desde el atentado, los últimos sondeos le atribuyen 40% a 41% de intenciones de votos, aún lejos de ese objetivo.
«Brasil no puede seguir en este camino al socialismo. No queremos ser el día de mañana como la Venezuela de hoy», afirmó Bolsonaro, cuyo principal consejero económico, Paulo Guedes, propone mantener las medidas de austeridad del presidente saliente Michel Temer y lanzar un plan de privatizaciones para sanear las deficitarias cuentas del Estado.
El segundo colocado en los sondeos, Fernando Haddad (25%), designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT izquierda) en sustitución del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, fue recibido en una oficina de voto de la zona sur de Sao Paulo al grito de «Brasil, urgente, Haddad presidente», en tanto que vecinos de ese acomodado barrio golpeaban sus cacerolas para expresarle su rechazo.
En declaraciones a la prensa, Haddad se dijo convencido de que los brasileños volverán a las urnas dentro de tres semanas.
«Habrá segunda vuelta. La segunda vuelta siempre es una oportunidad renovada de comparar proyectos», afirmó.
Pensando en futuras alianzas, Haddad recordó que como ministro de Educación de Lula formó parte del mismo gobierno con otros tres candidatos: el centrozquierdista Ciro Gomes (13% a 15% de intenciones de voto), la ecologista Marina Silva (3%) y el centroderechista Henrique Meirelles (2%), que presidió durante esa época el Banco Central.
Bolsonaro y Haddad son los favoritos y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo. Las encuestas los colocan en virtual empate técnico en caso de balotaje, con tendencia a favor de Bolsonaro (45%-43% según Ibope y 45%-41% según Datafolha).
Clara Gentil, se presentó a la oficina de voto en el barrio de Copacabana, de Rio de janeiro, usando una camisa con la inscripción «Él No», que sirvió para congregar a quienes quieren impedir la llegada al poder del diputado Bolsonaro por su hisorial de pronunciamientos misóginos, homófobos y racistas y sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985).
«Los brasileños fueron manipulados para votar por odio. Entonces esta elección es más importante que las otras. Ahora hay recesión, hambre, gente viviendo en las calles, desempleada», explicó.
Roseli Milhomem, una abogada de Brasilia, de 53 años, cree en cambio que la solución de los problemas de Brasil pasa por Bolsonaro.
«Tenemos que elegir a alguien que cambie las cosas realmente. Basta de corrupción, nuestro país es demasiado rico como para estar en manos equivocadas», declaró.
Unos 147,3 millones de brasileños están llamados a votar en estas elecciones que son también legislativas, de gobernadores y de representantes de las asambleas de los estados.
Las oficinas de voto cerrarán a las 17H00 (22H00 GMT) en el huso horario del estado de Acre (norte). Los resultados definitivos deberían conocerse en menos de dos horas.
El vencedor reemplazará el 1 de enero a Temer, el presidente más impopular desde el fin de la dictadura.
Unos 280.000 policías y militares custodian los cerca de 83.000 centros de votación distribuidos en los 5.570 municipios de los 27 estados del país.
La campaña estuvo marcada por una guerra de noticias falsas y desmentidos en las redes sociales.
– Haddad, heredero de bienes y pendencias –
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno.
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
En la última semana, Bolsonaro recibió apoyos de poderosos sectores, como el agronegocio y las iglesias evangélicas.
En su último video en Facebook, Bolsonaro prometió gobernar «inclusive» para los ateos y para los gays.
«Gobernaremos para todos, independientemente de su fe religiosa, inclusive para quien es ateo. Gobernaremos para todo el mundo, para los gays incluso, que hay gays que son padres, que son madres», afirmó.