Nota de Prensa| Texto: José R. Espina F. – Foto y Video: José D. Fuenmayor F.
Con una vocación que nace de la mano de la congregación Hijos de María Inmaculada, aboga por una revisión profunda de cómo se tiene que realizar la formación de un futuro sacerdote y cataloga de desastrosa, calamitosa y tan tremenda la situación que vivimos en Venezuela
Monseñor Ubaldo Ramón Santana Sequera, nació en Cagua, del estado Aragua, el 16 de mayo de 1941, es el menor de una familia de once hermanos. Siendo muy pequeño la familia se muda a Caracas, en las cercanías de la Capilla de la Inmaculada en San Martín, atendida por la Congregación Francesa de los Hijos de María Inmaculada, donde muy pronto se incorporó prestando servicio como monaguillo.
Así inició su vida de servicio dentro de la Iglesia, hasta que el 12 de octubre de 1968, a sus 27 años de vida, fue ordenado sacerdote por el cardenal José Humberto Quintero en la Catedral de Caracas y comenzara su vida de servicio sacerdotal y religioso.
50 años de servicio sacerdotal y religioso
Actualmente Monseñor Ubaldo Santana, a sus 77 años da gracias a Dios por el don recibido al llamarlo al sacerdocio y la vida religiosa, con lo que le permitió servirle en la Iglesia, su Cuerpo Místico presente en la humanidad y en los hermanos, parte de ese mismo cuerpo que es la Iglesia.
Son ya 50 años de su ordenación sacerdotal, y en tan distinguida ocasión el equipo de La Grey, tuvo oportunidad de compartir un rato con el Arzobispo emérito de Maracaibo, monseñor Ubaldo Santana, y saber de su propia voz un poco más sobre esa vocación que lo llevó a vivir estos 50 años de entrega y servicio.
Sobre el origen de su vocación sacerdotal con firmeza expuso monseñor Santana que es producto de un don de Dios, que ha reconociendo en la medida que ha ido avanzando y que le ha llagado a través de muchísimas personas. “Primero mi familia, mi vocación, germinó en el corazón de mi familia, aunque ni mi mama, ni mi papá, ni mis hermanos me impulsaron explícitamente hacia el sacerdocio; sin embargo el ejemplo vivo de unidad matrimonial de mis padres, del compromiso de mis hermanos, del deseo de servicio a los demás, hizo que yo también pensara en una manera de servir a la Iglesia y brotó el don del sacerdocio”.
Su vocación se manifestó a muy temprana edad, desde los siete años, dijo pero “comencé el camino de una manera más formal aunque muy incipiente a los 13 años cuando ingresé a un seminario menor que era como un Colegio Apostólico en Francia y allí esa andadura se ha ido madurando, y a través de muchas personas que intervinieron: sacerdotes, familias nuevas, amigos, religiosos, religiosas”.
“Yo diría que mi sacerdocio no sería posible sin Dios, por supuesto me ha llamado, pero si no hubiese respondido y sin los que me han ayudado a responder y me han hecho descubrir la palabra, la actitud, la postura acertada de cada etapa de estos 50 años, eso selo debo a un conjunto de personas que el Señor ha suscitado en torno a mí”, agregó el Prelado. “No sé cómo llamarlo, es el Cuerpo de Cristo, la Comunión de la Iglesia, la comunión de los Santos”.
Refiriéndose a los que quieran y sientan un llamado al servicio, dijo “yo no creo que se pueda alcanzar mayor plenitud de alegría que la de poder entregar su vida, yo la he entregado en el sacerdocio, pero cualquiera que sea el estado de vida de la persona, si es católica, si es cristiana, si quiere alcanzar la plenitud, si quiere vivir a plenitud, tienen que darse, entregarse y tienen que aprender a desprenderse, para darse a lo que verdaderamente vale la pena” y reconociendo cuánto cuesta esta postura ante la entrega, señaló que “es doloroso quizá el desapegarse y desprenderse de cosas que parecen materialmente muy importantes pero en la medida de esa entrega y de ese don como lo hizo la Virgen María, uno va descubriendo su verdadera talla y dimensión que es la que Cristo nos marca a todos”.
Hijo de María Inmaculada
Sus primeros en la Iglesia lo hizo a través de la congregación Hijos de María Inmaculada, que aun sigue siendo su comunidad de vida religiosa, “me abrió las puertas a temprana edad, yo comencé mi servicio como monaguillo en una Iglesia regentada por Los Hijos de María Inmaculada, yo no los conocía, fui allí porque era la capilla filial que me quedaba más cerca, yo pertenecía en realidad a la parroquia San Juan Bautista que era una de las últimas parroquias que estaba en el oeste de Caracas y tenía esa filial que estaba en el punto que había una alcabala para salir de Caracas hacia la carretera que conduce a Antímano”.
Según comentó Monseñor Ubaldo Santana esa iglesia a la que comenzó a ir de pequeño estaba regentada desde finales de los años 30 por los Padres Franceses, como se les conocía porque la mayoría de ellos fueron de Francia y fundadores de esa comunidad, “yo entré cuando allí además de franceses había españoles, y me integré a la Comunidad a través de mi servicio como monaguillo. Ellos eran muy acogedores y no se concentraba todo en el servicio del altar sino que progresivamente me fueron dando mayor participación y acogida en la comunidad, así de allí también influyeron mucho en mi vocación, un sacerdote venezolano, dos jóvenes sacerdotes franceses y un sacerdote español que llevaba en ese momento la parroquia”.
“Yo valoro mucho el espejo ejemplar de otros hombres y mujeres, en el caso de sacerdotes que le muestran a uno un camino, la belleza de una vocación y crean dentro de cada uno una atracción para llegar a vivir con esa calidad de vida que ellos vivían”, agregó Monseñor Santana haciendo referencia así a la importancia del testimonio de vida.
“Cuando manifesté mi deseo de ser sacerdote ellos me preguntaron si estaba dispuesto a salir del país, porque dentro de Venezuela no había seminario menor que acogiera, y yo dije que si, por supuesto previa autorización de mis padres y fue en Francia en el Colegio Apostólico regentado por ellos, donde está la casa Madre, en el oeste de Francia donde yo continúe estudiando y a prepararme intelectualmente y a ir viendo cada vez más claro lo que significaba la vocación sacerdotal y la vocación religiosa”, dijo momento de explicar que “al principio no lograba distinguir la diferencia entre la vocación religiosa y vocación sacerdotal, pero a medida que fui avanzando valoré de una manera diferenciada ambas realidades, la vocación entendí que era un servicio a la Iglesia a través de una forma de vivir en comunidad y a través de una regla que tenían los Hijos de María Inmaculada”.
Los abusos… un dolor clavado en el corazón de la misma Iglesia
Al preguntarle sobre las denuncias de abusos, y si estas afectaban a la Iglesia Venezolana, monseñor Ubaldo Santana, manifestó que en cuanto al tema de “los abusos naturalmente nos afectan, porque la Iglesia es una familia, es un solo cuerpo y Pablo dice muy claramente en la primera carta de los Corintios capitulo 12 `si un miembro sufre, sufre todo el cuerpo y si un miembro se alegra se alegra todo el cuerpo´, porque en un cuerpo humano todo es orgánico, y cualquier cosa que ocurra en ese organismo afecta al conjunto, así es también la Iglesia”.
“Ese dolor clavado en el corazón de la misma Iglesia, que son los abusos cometidos contra menores por parte de clérigos es un dolor muy grande que nos llama a una revisión profunda de cómo se tiene que realizar la formación de un futuro sacerdote”, y explicó que en las Casas de Formación hay que ver en cada candidato, si verdaderamente el equilibrio humano en sus raíces familiares, en su carácter y temperamento, con un equilibrio afectivo y mental suficiente para poder abordar ese ministerio “y poder recibir una responsabilidad tan grande como la de confiarle seres humanos, particularmente los más pequeños que son los más delicados y los más vulnerables”.
“Por tanto si es importante este tema y no debemos menospreciar”, dijo.
Situación desastrosa, calamitosa y tan tremenda que vivimos en Venezuela
“Yo creo que efectivamente es una crisis de crecimiento”, dijo monseñor Ubaldo en relación a la crisis que estamos viviendo en Venezuela, alegando que en la medida que han pasado estos años, se ha ido valorando, tanto por los que nos quedamos en Venezuela como los que se pudieron haber ido, qué produjo, qué fue lo que hizo que esto pudiera ocurrir en Venezuela. “Pero allí hay muchas causas de inmadurez, de manejo de los recursos, de nuestro temperamento quizá que no supimos valorar lo que son las riquezas y nos hicimos muy depredadores, y nos hicimos también muy pasivos y dependientes de los grupos políticos sin suficiente injerencia y participación en el destino que le quieren dar a la nación”.
“Esa lejanía, esa indiferencia, esa pasividad y esa manera tan alegre de derrochar las bondades, recursos y riquezas que Dios nos ha puesto en Venezuela, un país tan privilegiado, están siendo unas, no digo todas, de las causas principales por la que hemos llegado a una situación tan desastrosa, calamitosa y tan tremenda como la que estamos viviendo hoy en Venezuela”, agregó el Arzobispo.
“Por eso acojo efectivamente la pregunta tuya en ese sentido positivo, lo que estamos viviendo no es para que nos pongamos a llorar, no es para echarnos al suelo y esperar una solución mágica, es una profunda interpelación que se nos está haciendo”, y exhortó a buscar respuestas a esta situación y las cosas que hay que remediar, por también, aseguró esta situación “es una gran oportunidad para que cualquier situación que emerja más adelante, que sea más concorde con la democracia, con la paz y con la justicia nos encuentre preparados para poder construir juntos”.
Rezar el Rosario
“El Papa ha querido que el mes de octubre que es mes del rosario, fuese un mes de intensa oración por la Iglesia y pidió que recemos el santo rosario todos los días para que la Iglesia este cada día más consciente de que Satanás esta activo, y ensañándose contra algunos sectores de la Iglesia, y yo diría con el Santo Padre y con los que lo rodean”, y explicó que al final de Rosario, el Papa pide que recemos la oración de San Miguel Arcángel.
Comentó que San Miguel es el ángel de las milicias celestiales que aparece combatiendo al mal, y se pide sea invocado en este momento a través de cualquier oración que brote de nuestro corazón pero principalmente con la oración que impuso León XIII a finales del siglo XIX y que antes en las antiguas formulas de celebración de la misa se rezaba al final de cada misa y que “ahora en el nuevo rito no figuran pero eso no significa que no debamos valorarla y ponerla entre nuestras oraciones preferentes para tener conciencia de que el mal está allí y que tenemos que estar despierto y alertas a través de la Oración”, concluyó.
DC / NP -Texto: José R. Espina F. -Foto y Video: José D. Fuenmayor F.