Fernando Savater: «La libertad individual es ingobernable»

Cuando Fernando Savater (San Sebastián, España, 1947) se refiere a temas tan abstractos como la libertad, la muerte y el amor (o la vida después de la muerte del amor), lo hace con tal sencillez que le basta utilizar referencias cotidianas. Usa con la misma destreza ejemplos sobre la decisión rutinaria de cepillarse los dientes que sobre la siempre abierta posibilidad de preguntarse sobre la trascendencia del hombre y la mujer o del lenguaje poético y literario. Tal vez porque en el fondo este filósofo, escritor y docente, figura clave en el pensamiento ético y político reciente, siente mayor interés por darse a entender en su tarea inexorable de cuestionar al mundo, que por el hallazgo de verdades fútiles que prometan servirle de refugio. Hacerse preguntas, según plantea en sus obras, sería un modo de cultivar la libertad, y también la clave para ejercer la filosofía.

Desde el sillón del lobby del hotel en que se hospeda en Buenos Aires, Savater conversa sonriente, tranquilo y en tono pedagógico, pero aclarando sentirse un poco cansado. Y es que si hay algo que alerta en sus respuestas es que pensar interrogantes constantemente es un hábito que puede resultar agobiante. «Por eso algunos encuentran tan aburrida la filosofía, porque es más fácil sentirse cómodo con quienes te dicen que te han dado verdades que con quienes te invitan a hacerte preguntas. Las rutinas responden a un montón de gestos que no cuestionamos, pocos se preguntan si deben afeitarse o desayunar, y por eso, cuando por una enfermedad, la muerte de un ser querido, o cosas tan simples como el saber que estamos en otro país, nos obligamos a cuestionarnos los hábitos, nos creamos problemas enormes».
Savater visitó Argentina como parte una especie de «gira de despedida por América», después de la cual ya espera que sean sus amigos de este continente quienes lo visiten en España. En tierras porteñas, fue invitado a participar en dos conferencias de la Feria Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). En la primera, debía ser panelista de un foro sobre el amor, pero decidió no asistir a último momento, para ir en cambio al estreno de la temporada de la ópera La Bohéme en el Teatro Colón donde, según declaró al diario Clarín cuando le pidieron explicaciones por su «faltazo», se da una verdadera «reflexión sobre el amor y no las tonterías que dicen los intelectuales». La segunda charla se tituló Literatura y Filosofía, y fue dictada con esmero, cual cátedra académica, el sábado 13 de octubre en el auditorio principal del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Borges y la filosofía
Al ser consultado sobre los vínculos entre la filosofía y la literatura, Savater emprende en el concurrido lobby un viaje de palabras. Se remonta a la escritura socrática y recorre cientos de caminos posibles que, inexorablemente, le llevan a hablar sobre el escritor argentino Jorge Luis Borges, un autor que lo ha acompañado y cautivado desde sus lecturas adolescentes. La relación entre las dos disciplinas humanísticas la abordó a profundidad en una materia fija que dictaba en la Universidad Complutense de Madrid antes de jubilarse de sus labores como docente hace 11 años.
-Entonces, yo hablaba de la filosofía de los grandes escritores: Borges, Cervantes, Shakespeare, Goethe, etcétera. Me parece que en un momento, para los escritores griegos, filosofía y literatura no se distinguían. Parménides, por ejemplo, escribió Poema del ser que forma parte de la historia de la literatura y de la filosofía. Lo mismo Lucrecio, y el De rerum natura. El propio Platón maneja un género literario como es el diálogo y crea un personaje, porque Sócrates es un personaje literario del que todos conocemos sus incidencias y su muerte. Más tarde, es académicamente que nos hacen clasificar a los autores, aunque hay algunos que se escapan un poco de esta clasificación, por ejemplo a Voltaire hay quien lo considera un literato o un pensador y filósofo, y probablemente es las dos cosas. Pero el caso de Borges es paradigmático. Borges tiene un acercamiento irónico a la filosofía, le gusta como tema de narración, se da cuenta de la fuerza poética que tienen los argumentos filosóficos.
-La filosofía no cuenta historias como lo hace la novela o la propia crónica histórica pero, en cambio, da unos argumentos como el infinito o la eternidad que tienen mucha fuerza narrativa si se saben manejar bien. Borges lo hacía con una mezcla de seriedad e ironía.
En una ocasión, el propio Borges definió a la filosofía como «la organización de las perplejidades esenciales del hombre», y se declaró «más rico en perplejidad que en certidumbre». Para Savater, ese punto representa hoy «una discusión fundamental» que permite a quienes hacen filosofía deslindarla de la tan popular autoayuda. «La autoayuda está hecha de respuestas, y en cambio la filosofía está hecha de preguntas. La base de la filosofía son las perplejidades, como dice Borges. Siempre he dudado del que trata de venderme una verdad».
Continuando con su fascinación por el autor latinoamericano, Savater valora: «Las narraciones de Borges tienen contexto filosófico, algunas explícitamente, como Nueva refutación del tiempo, o sus reflexiones sobre Aquiles y la tortuga, pero en otros casos hay alegorías filosóficas, como en La Biblioteca de Babel o El Aleph. Él tomó esos temas y probablemente esos temas son los que dan trascendencia a su obra. Normalmente, las historias que se refieren a cosas muy circunstanciales desaparecen con el tiempo, aunque estén muy bien escritas, mientras que aquellas que hablan sobre las cosas más duraderas o eternas, siguen ahí».
La trascendencia de las cosas
Una ironía que no deja pasar el autor es que buena parte de esas temáticas llamadas a trascender y que han nutrido centenares de obras filosóficas y literarias son, a menudo, movidas por motivaciones que, por tan sencillas, les competen a todos. «No necesitan ser cosas enormes. La muerte es una cosa corrientísima, no hay nada más vulgar que morirse, y sin embargo te deja pensativo».
Y ese es un punto que, últimamente, ha sido de la incumbencia directa de Savater, desde que su esposa y compañera de vida Sara Torres falleciera hace tres años.
-Respuestas no he tenido, desgraciadamente. El final del amor ha sido como el final de la vida. Yo supongo que los que hemos amado tenemos la suerte de haber amado. Hay gente que no, que nunca pasa por ese trance y entonces nunca conoce esa situación. Hay quien se plantea si es mejor haber amado sabiendo que antes o después el amor acaba trágicamente, o si es mejor no amar nunca y así no pasas por ese tema. Yo he pasado por la primera, y evidentemente la vida se convierte en otra cosa, ahora soy un superviviente. Sobrevivir al amor es triste y ahí tratas de hacer reflexiones sobre la importancia que tiene el amor en la vida, visto desde su desaparición».
Rebeldía literaria
En su poema Cambridge, Borges esbozó una descripción sobre los seres humanos con su frase «somos nuestra memoria». Acaso como una empresa de rescate de su legado en medio del «montón de espejos rotos», la FILBA sirvió de espacio para otorgar también un reconocimiento póstumo a Borges, del que dio su aval el propio Savater. Fue una performance lúdica y rebelde, en la que un comité de autores internacionales decidió «entregarle» el Premio Nobel de Literatura a Jorge Luis Borges, un reconocimiento que le fue negado en vida y que, este año, quedó vacío por las crecientes polémicas desatadas en el seno de la Academia Sueca.
«A mí me llamaron y di mi nombre para apoyar la iniciativa. Creo que a nadie que haya conocido la obra de Borges le extrañaría que le dieran un Nobel, lo que nos extrañamos es de que no se lo dieran. Aunque se lo demos nosotros, sin autoridad para hacerlo, no tiene nada de raro. Él lo llevaba con humor, hacía bromas sobre eso, decía que no darle el Nobel era una tradición escandinava (risas), pero es verdad que junto a tantos nobeles dudosos o de importancia literaria mediocre, un Nobel como Borges hubiera sido de mucha solidez».
Pero es sabido que tener poder no indica necesariamente tomar buenas decisiones. En efecto, sobre los efectos de la autoridad sobre el pensamiento filosófico, y en particular, refiriéndose a la situación de censura en Venezuela, Savater alienta: «Las autoridades normalmente se incomodan ante las preguntas públicas, pero la filosofía se da entre las personas. La libertad individual es ingobernable, no la gobiernan ni las dictaduras, así que las preguntas sobre la vida, la muerte, la belleza o la trascendencia siempre podrán ser realizadas».
El Universal
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