El grupo chavista estudió su plan. Lo discutió y lo vendió a su gente. Prohibió hablar del asunto. Lo importante era la lealtad, no importaba si quedaban pocos porque, al final, se empezaba de nuevo. Impusieron una nomenclatura a seguir y, ahora, vamos a medir el resultado.
Según lo pasado, Chávez maduró a Maduro. Él, y sus mentores habaneros, lo hicieron pasar por todos los lados del país y el continente que estimaron convenientes. Ellos se convencieron de que podía hacer la tarea que faltaba y ganar cualquier contienda, si así se presentaba.
El resto del todo, Maduro lo conocía y por eso se ofreció para la sustitución sin enseñar dudas. Esto fue lo importante del comienzo y, aunque todo fue muy rápido, el trabajo se realizó en el tiempo adecuado. Así se terminó de formar el sustituto. Los elementos humanos estaban allí. No eran los más listos e inteligentes, pero le garantizaban su lealtad. En este sentido, la catalogación ha sido bien selectiva e incluía el cuidado y celo sobre la voluntad acérrima y los compromisos a cumplir sin fallar. Desde luego, muchos adláteres metieron sus gentes. Chávez lo sabía.
Por otro lado, ellos estudiaron todos los movimientos a manejar para la conformación de los espacios a cubrir, por eso no se han manifestado en los movimientos agendas contrarias a las líneas maestras del régimen. Y lo más fácil, se fueron y se acercaron, con la fuerza y energía derivada de poner en práctica todos los planes secundarios, después de asegurar el gobierno y las instituciones llevando intrínseco el Ministerio de la Defensa. Esto fue fundamental.
Mientras todo esto ha pasado, el Gobierno de los Estados Unidos, aparte de congelar los negocios, prestamos y alrededores económicos de la nomenclatura que regenta Venezuela, y de no otorgarles visa a muchos personeros de ellos, no ha logrado convencer a su Congreso para forzar a la administración de nuestro país y, por la vía institucional, llamar a unas elecciones controladas y legítimas que garanticen una contienda sana y sin dificultades entre dos o más contendientes, uno a uno. Se entiende que unas elecciones deben ser dirigidas por un órgano que cobije la contienda de manera pulcra e imparcial con observadores internacionales competentes y escogidos entre las partes. No que se trate de técnicos electorales sino del manejo político, sin malicia, de una circunstancia íntima y compleja. Es de esperar que, elecciones hechas de esta manera, muevan las fibras del respeto mutuo, abran el compás de los toques democráticos y se logre un certamen serio e imparcial capaz de dar a cada quien lo que le corresponda. En este sentido, Maduro no era ni es tan verde como para alejarse de su apellido y, por eso, no ha ganado pero tampoco perdido pues ha sido, políticamente, difícil de roer.
Empero, las partes tienen que reconocer que se trata de una situación sui generis, es decir, distinta, entre contrarios que se entienden poco y con muchos intereses adicionales que los alejan de la mejor circunstancia. No obstante, se sabe, y la democracia lo ha señalado siempre, que hay hombres de la vieja política que se manejaron honestos y decentes y que siguen formando parte de nuestra geografía política y conocen de lo que están andando y pululan alrededor de estos acontecimientos. Así, estos ciudadanos, mas muchos que tendrá el gobierno, son capaces de garantizar con solvencia las actuaciones que se le asignen y a los partidos se le facilita tomar decisiones para el acuerdo final que sirva en términos de igualdad en la escogencia de los ayudantes o facilitadores profesionales, que sean firmes y preparados para las grandes batallas.
Hasta ahora, los estrategas y las estrategias sirvieron a los líderes pero no al país. De la democracia solo quedan siluetas y su problema político se presenta borroso y con muchas dificultades. Desde luego, el manejo con inteligencia, audacia y sentido común de todo lo respetado y acordado por las partes, sin ningún interés adicional es resolver el problema, en sano juicio, que tanto necesita y exige el país. Lo demás es ¡tener y no tener! ¡Solo sirve temporalmente, pero la tranquilidad no llegara si no llega ese acuerdo!
Hasta ahora, Chávez logró su parte y Maduro tiene el control del gobierno. Hoy hay que jugársela pero es impensable e imposible ganar solos en un todo a todo.
Luis Acosta