Índice de colapso doméstico (ICD). Por Luis Barragán (LuisBarraganJ)

Antes, era poco probable que coincidieran el daño de un artefacto electrodoméstico, la pérdida de una tarjeta bancaria, la fractura del antebrazo, el agujeramiento de los zapatos, el hurto del caucho, la falta de un esencial medicamento, la filtración de la pared o el corte indebido de electricidad, en un mismo día o semana, en un hogar cualquiera. Siniestro concurso, hoy regular, sumado a la hiperinflación que impide prever cualquier accidente o incidente doméstico.

De una imposible reposición, alteramos a diario el orden de las prioridades, porque habrá que decidir en qué invertir lo muy poco que se tiene, según consigamos algún repuesto que la lotería nos ofrezca al salir a la calle, rogar que haya el plástico para el visado bancario de nuestras diligencias, hallar a algún médico que además le sobre una férula, el zapatero remendón que se apiade, tratar de impedir que no se lleven la otra  rueda de un costo insólito, apostar por la medicina natural, cancelar una tubería, proveernos de velas y, a todo trance, llamar a Mandrake para que nos auxilie. A las urgencias de una debida medicación y alimentación, se interponen las del propio desenvolvimiento doméstico.

Faltando el gas, la cocina eléctrica ya no da para más y la búsqueda de un sustituto portátil, de una o dos hornillas que antes sobraban, es toda una apuesta. O la reparación de una nevera que no, adquisición de otra nueva que hasta por cómodas cuotas se vendían, puede completar el panorama de una casa que necesita preservar lo poco que queda, añadidos los ingredientes para los pastelitos y las empanadas con los que se rebusca el profesor universitario a quien ya no le da pena ofertarlos en la calle.

Nadie sabe si es verdad o no, lo del hurto de los cables, pero no hay servicio telefónico en casa y tampoco señal internetiana, por lo menos, para realizar las necesarias tareas digitales, incluyendo las bancarias. Al mismo tiempo, el móvil celular sufre una dislocación y, de repente, suben las tarifas y no se puede hacer la llamada telefónica a la que aspiramos, en una ciudad de difícil transportación.

Semanas atrás, nos referimos a la necesidad de un indicador del colapso humanitario que ponderara los distintos motivos, factores, causas o elementos que lo concursan.  Ahora, algo más que un ocio del matemático o estadígrafo, lo requerimos en casa para apreciar, sobre todo, el impacto psicológico del desastre que, inevitable, es el de todo un país.

Luis Barragán / Diputado de la AN / @LuisBarraganJ

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